jueves, 4 de diciembre de 2008

Pianista, contigo me quiero casar


DE ROSANA ORDÓÑEZ *
Casarme contigo, pianista loco, amarte en silencio mientras transcurre el día entre Beethoven, Bach, Tchaikovski y tu propia creación.Llevarte a la Iglesia y al psiquiatra. Psiquiatra de día, iglesia de noche, iglesia-piano-psiquiatra-cama-psiquiatra-iglesia-piano. En claves de sol y fa iniciarás tu retornoTú al piano yo cocino, guiso. Tortas de manzana, budines, carnes, arroz o papas. Tú duermes. Navego en internet: google psiquiatría, yahoo pianista, cantv amnesia...Desnudo las tiendas de música para desgarrar arpegios y armonías, hurgar en ritmos e instrumentos hasta encontrar aquel sonido hermano que te traiga de nuevo al mundo porquería.Descubrirás que hablas polaco o francés y yo español. Volverás con tu mujer o con tu amigo gay. Mi esposo me olvidará. Nadie nos quitará lo tocado. Gracias pianista, por el encanto de soñar lo imposible.A las tres de la tardeHicieron el amor. Eran felices. La corrida sería a las tres. Ella no lo acompañó, prefirió ir a comprar ropitas para el futuro bebé. Regresó cansada. Se tendió en la cama del hotel y encendió el televisor. Lo vio. Con el cuerno calado en la ingle y las luces del traje girando en el aire. Él se diluye en la ambulancia. Ella en la cama. El niño es sangre y arena.El último melónTerminó la cena: albóndigas, macarrones y jugo de melón. Cargó con las siete poncheras, de diversos tamaños y colores. Sobre ellas colocó la cesta rebosante de ropa lavada.Salió a la escalera de hierro. Subió los peldaños cegada por el fardo y las poncheras. En el techo se alineaban siete cuerdas una tras otra, simétricas como los rieles de un tren, enlazadas a cada lado en dos tubos en forma de T.Odiaba cocinar y amaba lavar. Lo aprendió desde niña. El secreto residía en aquellos siete cazos, reflejo del andar de su familia.La ponchera más grande, de metal, para las sábanas sumergidas en cloro. En la pequeñita anaranjada, pantaletas, sostenes y blusas, revivían en el jabón especial para las sedas, inicio del ritual culminante cuando Pancho la bregaba. La azul para los bluyines, donde un chorro de Ace les sacaba la mugre. La verde con dos asas unía interiores y medias hediondas, de color indefinido, cepilladas con jabón azul, único capaz de abolir pecuecas adolescentes. El Brisol de los platos en el tobito rojo recogía los paños de cocina, banderolas con peras, ovejas, vaquitas y gallinas desvencijadas. La de peltre, para las camisas y piyamas de Pancho: primero jabón azul en los cuellos y las axilas, luego Ace, lavadora y enjuague con Mimosín. En la ponchera amarilla exhibía la pobreza en toallas raídas, como coletos.Algún día tendría una toalla sólo de ella, gigante, con un Hulk verde o un Pato Donald, para entregarse al sol, lejos de la rutina, de los guisos, y la escoba. Sin esa lluvia maldita que caía, arreciaba y mojaba lo mojado.Molesta, colocó las siete poncheras, una tras otras para recoger la ropa recién tendida. Cuanto anhelaba un rayito de sol.Centelleante en el poste de luz, el astro rey lanzó una chispa. Saeta mortal, la lanzó de la azotea, y su cabeza llena de sueños se abrió como el melón que preparó para el jugo de la cena.
* Rosana Ordóñez, periodista venezolana, egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, es profesora universitaria. Inició sus actividades como reportera en el diario El Nacional y posteriormente dirigió las revistas Variedades, Momento y Bohemia en el Bloque De Armas. Moderadora de programas de opinión en radio y televisión, fue Jefe de la Oficina Central de Información durante el Gobierno de Ramón José Velásquez. Ha publicado múltiples artículos a nivel nacional e internacional. La editorial Planeta editó Miraflores, la Casa del Odio donde narra los acontecimientos cotidianos de un Presidente de transición en tiempo tormentosos.Actualmente se dedica a la docencia en diversas universidades y profundiza su pasión por la narrativa.

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