lunes, 28 de julio de 2008

SOLVEI HOOGESTEIJN Caracas je habla, y ella hace un film


Cineasta y directora del Trasnocho Cultural, no le teme al tráfico caraqueño, siempre que las colas fluyan bajo la sombra de unos árboles maravillososPor Johan M. RamírezFoto: Natalia Brand
"Para mí, Caracas es un espacio imaginario"

"La estructura de los barrios siempre me interesó mucho. Su estética urbana es muy creativa, pero nunca los escogí como entorno por eso, sino debido a los conflictos que allí ocurren"
Vivió nueve años en Munich, donde estudió cine. Su padre, holandés; su madre, alemana; ella habla cinco idiomas y, traída a Venezuela de un año, es caraqueña a todo dar. De hecho, mientras estudió en Europa, siempre vinculó sus temas a la realidad venezolana, porque, dice, las historias que quiere contar están en Caracas. Por eso, cuando Solveig Hoogesteijn regresó a la capital, le bastaba abrir la prensa para hallar puntos de partida y conflictos que describían la ciudad. Así, muy rápido, comenzó a desarrollar su imaginario y una temática propia.
"La estructura de los barrios siempre me interesó mucho. Su estética urbana es muy creativa, pero nunca los escogí como entorno por eso, sino debido a los conflictos que allí ocurren", asegura. Como aquella noticia que una vez le habló más de la cuenta, tanto que la convenció de llevarla a la pantalla grande: el Caso Mamera. "Leí sobre una niña de 15 años casada con un policía de 35. En la adolescencia ella comenzó a verlo más como un padre que como pareja, y se enamoró de un chico de su edad.
Cuando el hombre se enteró, mató al muchacho y encubrió los hechos, hasta que se supo la verdad", recuerda.Aquello le reveló un abanico de conflictos urbanos: la mujer sin educación, la maternidad precoz, el hombre como instancia de poder. En fin, la historia debía contarse, y ella decidió escribir un guión.
El título: Macu, la mujer del policía (1987); el resultado: la película más exitosa del cine venezolano. "Esas son las realidades de Caracas -apunta-, y es a partir de aquí que aparece la ciudad en mi obra".Años después, la capital fluye en Maroa (2005), film que ella descubrió una tarde en que visitaba un albergue de menores. "Ese día vi a niños que siempre habían escuchado tecnomerengue, groserías y tiros en sus barrios, pero ahora estaban enganchados con Mozart gracias al Sistema Nacional de Orquestas.
Eso me impactó mucho", dice. En efecto, Maroa trata de una niña que vive la delincuencia caraqueña en su barriada, hasta que un profesor de música, a través del clarinete, le da esperanza a su vida.
Y así observa ella muchas historias en la ciudad. Confiesa que no las busca: le llegan solas. Entonces, cuando algo la toca profundamente, ve la posibilidad de desarrollar, en hora y media de narración, una buena película. Hoy, con seis largometrajes y ocho cortos a cuestas, es una de las cineastas venezolanas de mayor relevancia. Pero parece que una vida "haciendo" cultura no le bastó, pues hace siete años asumió con rigor un proyecto que alumbra a Caracas con las luces del arte: el Trasnocho Cultural.Al frente de esta iniciativa ha mantenido el espacio sin subsidios del Estado, sino contando con el apoyo de los caraqueños. "Es difícil hacer un proyecto así en una ciudad como ésta, donde el tráfico es el principal enemigo", asegura.
En cuanto a lo malo de su urbe, todo lo perdona al pensar en la claridad de la luz, las vistas desde Colinas de Bello Monte y la exuberante naturaleza, sin la que no se la quiere imaginar. "Eso sería el infierno -señala. Yo soy de las que transitan una avenida sólo porque tiene hermosos árboles, más allá del tráfico que haya.
Para mí, regalarme una visión bella es más importante que evitarme una cola". O sea que, a veces, prefiere… "Oh, sí. A veces tomo rutas que me permitan ver avenidas o calles hermosas, por encima del problema del tráfico. Y aunque me tome mucho más tiempo llegar adonde voy, en el fondo me tranquiliza saber que estoy bajo la sombra de unos árboles maravillosos".
.johan_ramirez3@hotmail.com
Asistente de fotografía: Anita Carli