miércoles, 27 de octubre de 2010

Philip KerrEl deseo de fama instantánea actual destruirá la cultura´


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Philip Kerr
´El deseo de fama instantánea actual destruirá la cultura´


Philip Kerr, ayer, en el Octubre Centre de Cultura. ferran montenegro
Novelista. Es escocés, pero no ejerce. Su serie de novela negra ambientada en la Alemania postnazi ("Berlín Noir") le ha revelado como un grande del género. Estuvo ayer en Valencia para inaugurar la Setmana dels Octubre, que dedica uno de sus congresos a una narrativa de moda y que cada vez es menos subliteratura.

ALFONS GARCIA VALENCIA Tras la jornada inaugural celebrada en la tarde ayer, marcada por la conferencia del escritor escocés Philip Kerr, los tres congresos de esta edición de los Premis Octubre inician hoy su andadura normal.
En el dedicado a Mujeres y Naciones, destaca la presencia de la escritora saharaui Zahra El Hasnaui, que dedicará su ponencia a la situación actual, pero también al pasado y futuro de las mujeres del Sáhara. También se ofrecerá el documental "Lalia", tras el cual se abrirá un debate en compañía de su directora, la también actriz Silvia Montón.
El Encuentro de Escritores, titulado "Novela negra, novela social" contará hoy con las intervenciones más teóricas del escritor y periodista Carles Quilez y de Àlex Martín Escribà, ensayista y director del Congreso de Novela y Cine Negro de la Universidad de Salamanca. Por la tarde pasarán por el Octubre Centre de Cultura Contemporània los autores Ferran Torrent, Joan M. Oleaque, Jaume Benavente y Andreu Martín, entre otros.
El XIX Congresos de Medios de Comunicación, dedicado este año a "Nuevos medios y nuevas prácticas. Juventud, información y comunicación" analizará el consumo informativo de los jóvenes, su dieta mediática, a través de diversas conferencias. Además, esta tarde tendrá lugar el Bar de Ciencias titulado "La ciencia de la cocina y la cocina de las ciencias", con la participación del profesor Claudi Manso y el colaborador de Levante-EMV Emili Piera, entre otros. levante-emv valencia

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¿Tiene un plan claro para su detective Bernie Gunther?
Ninguno. ¡No soy J. K. Rowling!Empecé haciendo una trilogía y luego tomé un descanso. No quiero hacer toda la vida lo mismo. Quiero escribir otras cosas.
¿Fuera del género negro?
Sí. Tengo todo el derecho, aunque a estas alturas casi nadie me lo concede. Los editores son muy conservadores. Me gustaría hacer libros como Stanley Kubrik hacía películas, que podía rodar 2001 y La naranja mecánica.
¿Su novela negra es una excusa para reflexionar sobre la mentalidad y la sociedad nazi?
Exacto. No pretendía escribir una serie negra, quería hacerlo sobre aquel momento. Tuve que realizar mucha investigación y hacer como de detective y pensé que era una buena manera de presentar la historia.
¿Cree que el éxito está en el pasado atormentado de su protagonista, ex militar nazi?
Un personaje siempre es más atractivo si tiene esqueletos en el armario. Los personajes con dilemas morales son los más interesantes. Para mí es una manera de explorar en cómo era un alemán ordinario en aquella época y de preguntarme qué hubiera hecho yo. A un escritor se le presupone que estaría en la izquierda, pero luego están las circunstancias personales (la familia, el trabajo, ya sabe) y a lo mejor el resultado es que no te hubiera interesado ser comunista.
¿Por eso sus novelas tienen un componente importante de reflexión casi filosófica?
Cada vez me gusta complicarle más la vida al personaje, ponerlo con gente más horrible y entre decisiones más difíciles. Se dice que aquellos criminales eran monstruos o animales, pero no, eran seres humanos. Diciendo esto lo que hacemos es minimizar los hechos y no sentirnos responsables.
No tiene muy buena opinión de la gente de leyes...
Soy abogado y he llegado a la conclusión de que todos son basura.
¿En general?
En general, sí. Algunos de los que comandaban los escuadrones de la muerte eran jueces. Hicieron una ley que legalizaba este hecho y permitía a la gente aparcar la conciencia para poder asesinar. En general, en Europa hay demasiadas leyes, parlamentos y gobiernos. Si no estuviera tan rota no sería necesario.
Volviendo a la literatura, ¿por qué persiste el prejuicio de subliteratura para el género negro?
BuenoÉ Hay mucho esnobismo y celos en el mundo de los libros. La gente compra novela negra porque tiene apetito de historias . Mucho de lo que se hace en el Reino Unido es literatura de estilo, en la que el autor demuestra lo bueno que es, pero no hay historia detrás que enganche.
Vamos, que en la literatura "seria", digamos, se mira mucho el ombligo...
Sí. Los escritores que se toman su trabajo muy en serio van con un aura, son demasiado pomposos. Hay autores de novela negra que también caen en eso. Están muy orgullosos de cómo la novela negra refleja la sociedad y eso es una chorrada, simplemente cuenta una historia, y a la gente le gusta que sea así, sin tantas pretensiones. Mi aspiración sería una novela negra más literaria, con algo más de nivel. Ahora incluso tienen blogs para volcar todas sus opiniones, pero nuestras opiniones no son más importantes que las de los demás.
El mundo literario sí que se cree esa aureola. Sería impensable un Nobel para un autor de novela negra, ¿no?
Es cierto, pero algo está cambiando. Los editores se dan cuenta de que la literatura considerada buena no vende y sí la negra.
¿En qué parte del mundo se sitúa: pro o anti Larsson?
No he leído a Stieg Larsson.
Será el único en Europa...
Realmente no leo muchas novelas. Pero estoy feliz con el fenómeno Larsson o con el éxito de Rowling o Brown. Es bueno, porque permite a los editores comprar libros de otros autores que no venden tanto. Lo terrible son los libros de famosos, como entrenadores, futbolistas o políticos.
¿Lo dice por el de Tony Blair?
Es mierda bizarra.
No se corte.
Los editores los compran, pagan una millonada y luego venden cuatro ejemplares. Como el de Wayne Rooney. Tiene 24 años, es feo y estúpido. Lo único que hace es jugar al fútbol y eso no se traduce bien en una página. Lo mismo que hunde el libro destruye también la televisión o los periódicos: el deseo actual de fama instantánea destruirá la cultura.
¿Por qué no han llegado sus novelas al cine? ¿Se opone?
Vendí los derechos, pero por motivos que ignoro ninguna se ha llevado al cine. Estuve en junio en Hollywood con un guión, pero me dijeron que no. Buscan el gran taquillazo, pero no buenos guiones. Como en los libros, nadie sabe qué va a funcionar y nadie confía en su gusto. Se ha perdido la confianza. Estoy feliz de que Bernie no sea personaje de cine, así no lo pueden fastidiar.

domingo, 17 de octubre de 2010

La izquierda y Vargas Llosa

TRIBUNA: JAVIER CERCAS
JAVIER CERCAS 17/10/2010


Ahora que han pasado unos días desde la concesión del Nobel a Mario Vargas Llosa ya podemos decir lo obvio: el premio tiene la importancia que tiene, pero nada más. Nada más, claro está, para la obra de Vargas Llosa, a la que ni quita ni añade una coma, no quizá para sus lectores ni para la Academia Sueca, que a juicio de muchos lo necesitaba con urgencia: al fin y al cabo, desde el punto de vista estrictamente literario este premio solo es, como ha dicho Rodrigo Fresán, un retorno a la cordura. Así que, aunque el Nobel no cambie en nada lo esencial, al menos hay que celebrar ese retorno; un retorno que, además, ha provocado interesantes efectos secundarios. Por ejemplo, la alegría indisimulable de los lectores corrientes de Vargas Llosa, muchos de los cuales parecían recién salidos del armario tras un largo encierro: de hecho, a ratos daba la impresión de que a todos les hubieran dado el premio, y de que para ellos sí era importante. No es algo tan frecuente, desde luego; no es algo que yo notara por ejemplo cuando se le conceció el Nobel a Cela, cosa que puede deberse solo a que los méritos literarios de Cela no son equiparables a los de Vargas Llosa, y no necesariamente a que esos lectores sintieran que Cela era un hombre opuesto a Vargas Llosa en casi todo, pero sobre todo en esto: aunque casi siempre pareció nadar contra corriente, Cela siempre o casi siempre nadó a favor de la corriente. Ese es otro de los efectos secundarios que ha tenido el premio: ha mostrado de nuevo que, aunque a algunos les parezca que nada a favor de la corriente, Vargas Llosa siempre o casi siempre ha nadado contra corriente.
Es un intelectual ejemplar. Siempre ha servido a las causas que defiende y nunca se ha servido de ellas
Uno de los comentarios que más hemos leído estos días en los periódicos a propósito del nuevo Nobel ha sido el siguiente: "Admiro sus obras, pero no siempre comparto sus ideas". Dicha así, la frase es extraña, o a mí me lo parece: si ni siquiera comparto siempre mis propias ideas, ¿cómo voy a compartir siempre las de otra persona? Pero en el fondo todos sabemos que la salvedad alude a algo distinto: al hecho de que Vargas Llosa es considerado, en tanto que intelectual -es decir, en tanto que escritor que interviene con sus escritos en la cosa pública-, como un conservador, como un hombre de derechas, si no como un reaccionario o como un autoritario. La prueba es que los matices a su premio siempre los ha puesto la izquierda, mientras que la derecha lo ha recibido como un premio a uno de los suyos; mejor prueba aún es el hecho de que esa reputación es la causa más probable de que la Academia Sueca solo le haya dado este año un premio que merecía desde hace 30.
Pues bien, lo que habría que decir de entrada sobre este asunto es que, seao no un intelectual de derechas, Vargas Llosa es un intelectual singular. Primero porque siempre ha servido a las causas que defiende y nunca se ha servido de ellas. Segundo porque siempre está dispuesto a contrastar sus ideas con la realidad y, si la realidad lo exige, a rectificarlas.
Tercero porque en su evolución política desde las simpatías revolucionarias de su juventud hasta el liberalismo actual hay una coherencia profunda, como comprobará quien se dé el gusto de leer los volúmenes sucesivos de Contra viento y marea, donde entre otras cosas hallará una descripción razonada de esa trayectoria y, por ahí, un instrumento indispensable para entender la vida intelectual de los últimos años.
Y cuarto -esto es un corolario de lo anterior, y quizá también lo más importante- por una cuestión digamos de estilo. Como pensador, como polemista, Vargas Llosa es un liberal de verdad: nunca confunde, según diría Alejandro Rossi, un error intelectual con un error moral; es decir, nunca ataca a las personas sino a las ideas de las personas -nunca considera que un hombre equivocado es un hombre inmoral-; y, cuando ataca las ideas, nunca lo hace caricaturizándolas, es decir debilitándolas, lo que en un pensador es síntoma de intolerancia y de impotencia, cuando no de vileza, sino exponiéndolas con la máxima fuerza, rigor y nitidez para luego lanzarse a refutarlas en buena lid y en campo abierto. Esto no es de derechas ni de izquierdas, ni reaccionario ni progresista: esto es algo que está mucho antes que todo eso y se llama honestidad y coraje.
Pero hay más. El mejor artículo sobre Vargas Llosa que he leído tras la concesión del Nobel apareció en este periódico y lo firmó Juan Gabriel Vásquez, que no en vano es un heredero legítimo de Vargas Llosa (háganse un favor y compruébenlo leyendo su novela Los informantes). El artículo se titula El malentendido Vargas Llosa y, como corre el riesgo de haber quedado enterrado entre la hojarasca que hemos publicado otros, me permitiré recordar su contenido. Vásquez sostiene que solo quien no ha leído a Vargas Llosa o lo ha leído con anteojeras puede afirmar que es un intelectual de derechas o conservador, no digamos reaccionario o autoritario, porque la verdad es que "pocos como Vargas Llosa han defendido las ideas que la mejor izquierda ha reclamado tradicionalmente para sí".
No solo lo ha hecho en sus novelas, furiosos alegatos contra el fanatismo, contra el autoritarismo, contra el militarismo, sobre todo contra los abusos del poder; también lo ha hecho en sus ensayos y artículos, donde ha defendido la libertad individual, el derecho al aborto, la igualdad para los homosexuales, la legalización de la droga y donde ha atacado el nacionalismo de cualquier especie (y no solo, paisanos catalanes, el nacionalismo catalán).
Por supuesto, no todas las ideas de Vargas Llosa -y en particular su liberalismo económico, por cierto menos radical y desde luego mucho menos ingenuo y más elaborado de como lo pintan sus detractores- parecen inmediatamente útiles o aceptables para la izquierda; pero lo que me parece seguro es que es imposible que la izquierda salga del atasco ideológico y la consiguiente parálisis práctica en que lleva mucho tiempo metida si no es capaz de discutir con seriedad ideas como las de Vargas Llosa, si no deja de demonizarlas sin esforzarse en entenderlas, si no olvida sus nostalgias autoritarias y su complacencia con tiranías y nacionalismos, si no acepta sin resignación que no hay justicia sin libertad y no entiende con entusiasmo que la democracia debe conseguir que libertad y justicia, esas dos verdades contradictorias -por usar la expresión de Isaiah Berlin que aprendimos en Vargas Llosa-, acaben conviviendo con armonía.
Regalarle Vargas Llosa a la derecha es un pésimo negocio para la izquierda, igual que fue un pésimo negocio regalarles Orwell y Camus, que nunca quisieron saber nada de la derecha.
De ahí, me parece, vienen muchos de los males del pensamiento de la izquierda: de su sectarismo, de su rigidez, de su miedo a salirse del camino trillado, de su miedo a afrontar la realidad como es para cambiarla, de su miedo a la izquierda autoritaria, obsoleta, fracasada y cerril que parece la mala conciencia de la mejor izquierda.
En cuanto a mí, solo diré que si la izquierda no es capaz de atender a las razones de Vargas Llosa y hacer suyo lo que tiene de izquierdista -igual que si no es capaz de hacer suyo lo que tienen de izquierdistas Orwell y Camus-, que empiece a pensar en borrarme de la lista.
Javier Cercas es escritor.

sábado, 16 de octubre de 2010

Cinco notas conjeturales ,Vargas Llosa y Camus

JUAN GABRIEL VÁSQUEZ 16/10/2010


Los premios Nobel Mario Vargas Llosa y Albert Camus tienen algo de almas gemelas. Los malentendidos por sus ideas políticas o el refugio en la literatura frente a las carencias del mundo son ejemplos de sus analogías.
A la realidad le gustan las simetrías, se lee en un cuento de Borges, y es sin duda por eso que Vargas Llosa ha recibido el Nobel en el mismo año redondo en que los lectores de Camus conmemoramos los cincuenta años de su muerte. Vargas Llosa y Camus tienen algo de almas gemelas, o de vidas, si no paralelas, por lo menos análogas. ¿Quién le iba a decir esto al sartrecillo valiente? Algún día escribiré algo serio al respecto. Mientras ese día llega, he tomado algunas notas.

Mario Vargas Llosa
A FONDO
Nacimiento:
28-03-1936
Lugar:
Arequipa
La noticia en otros webs
webs en español
en otros idiomas
1 No me sorprende encontrar el nombre de Camus en las páginas de Sables y utopías, esa especie de retrato del intelectual público a través de sus textos. Cuando piensan en Vargas Llosa, sus lectores suelen pensar en Sartre: la idea de que las palabras son actos deslumbró a Vargas Llosa en su juventud y moldeó buena parte de su concepción de la literatura. Pero es la trayectoria de Camus, el hombre de izquierdas decepcionado por la izquierda totalitarista y violenta, y no la del existencialista dogmático, la que tiene más de un punto en común con la de Vargas Llosa. No llegan al mismo lugar, es cierto, pero sufren los mismos malentendidos, soportan los mismos ataques, deben enfrentar los mismos intentos de secuestro intelectual por parte del enemigo. En un discurso pronunciado en 1978, Vargas Llosa recuerda o parafrasea a Camus: "La única moral capaz de hacer el mundo vivible es aquella que esté dispuesta a sacrificar las ideas todas las veces que ellas entren en colisión con la vida, aunque sea la de una sola persona humana, porque ésta será siempre infinitamente más valiosa que las ideas". Vargas Llosa no dice de dónde viene la paráfrasis, así que me pongo a buscar argumentos semejantes en El hombre rebelde. Los encuentro, y en varias páginas; y entonces encuentro también otras cosas.
2 En la cuarta parte de El hombre rebelde, que Camus titula "Revuelta y arte", leo una cita de Nietzsche: "Ningún artista tolera lo real". Y luego la glosa de Camus: "La creación es exigencia de unidad y rechazo del mundo. Pero rechaza el mundo por causa de lo que le falta y en nombre de lo que, a veces, el mundo es". La creación artística como manera de subsanar las carencias del mundo: eso lo he leído antes y en varios ensayos o conferencias de Vargas Llosa. En el epílogo de La verdad de las mentiras leo que "toda buena literatura es un cuestionamiento radical del mundo en que vivimos", y también que la literatura "es un refugio para aquel al que sobra o falta algo, en la vida, para no ser infeliz, para no sentirse incompleto", y también que la mejor contribución de la literatura al progreso humano es "recordarnos que el mundo está mal hecho". El novelista que es Vargas Llosa siempre ha aspirado a compensar, mediante los poderes de la ficción, los defectos de la realidad; Camus, por su parte, dice: "El artista rehace el mundo por su cuenta".
Esto me hubiera bastado para imaginar a Vargas Llosa leyendo El hombre rebelde y derivando de allí buena parte de su visión literaria. Pero entonces me encuentro con este párrafo:
Un crítico católico ha escrito: "El arte, sea cual sea su objetivo, entra siempre en culpable competencia con Dios". Es más justo, en efecto, hablar de competencia con Dios, a propósito de la novela, que de competencia con el estado civil. Thibaudet expresaba una idea parecida cuando decía, a propósito de Balzac: "La comedia humana es la imitación de Dios padre". El esfuerzo de la gran literatura parece ser el de crear universos cerrados.
No me parece una especulación demasiado grosera ver en estas líneas, y en otras de ese capítulo de El hombre rebelde, el origen mediato de una de las teorías que soportan la obra literaria de Mario Vargas Llosa: el novelista como deicida.
3 En 1970, Vargas Llosa contestó a unas preguntas de la revista El Urogallo con palabras que no hubieran desentonado en el ensayo de Camus:
Esta representación desinteresada de la realidad humana que expresa el mundo en la medida que lo niega, que rehace deshaciendo, este deicidio sutil que entendemos por novela y que es perpetrado por un hombre que hace las veces de suplantador de Dios, nació en Occidente, en la alta Edad Media, cuando moría la fe y la razón humana iba a reemplazar a Dios como instrumento de comprensión de la vida y como principio rector para el gobierno de la sociedad. Occidente es la única civilización que ha matado a sus dioses sin sustituirlos por otros, ha escrito Malraux: la aparición de la novela, ese deicidio, y del novelista, ese suplantador de Dios, es el resultado de ese crimen.
Confrontar este pasaje con El hombre rebelde: "Religión o crimen, todo esfuerzo humano obedece, finalmente, a este deseo irracional y pretende dar a la vida la forma que ella no tiene. El mismo movimiento, que puede llevar a la adoración del cielo o a la destrucción del hombre, lleva también a la creación novelesca". Pocas páginas después, Camus se refiere a Proust. Le Temps retrouvé, dice Camus, es la eternidad sin dios. Proust, dice Camus, "ha demostrado que el arte novelesco rehace la creación misma, tal como ella nos ha sido impuesta y tal como la rechazamos".
4 Imaginar a Vargas Llosa en aquella buhardilla del Hotel Wetter. Imaginar que lee El hombre rebelde; imaginar que anota palabras clave para la construcción de una poética, palabras como creación, rehace, rechaza, religión, crimen, creación novelesca. Imaginar que tiene en mente a Camus (o ha olvidado que lo tuvo en mente) al contestar a las preguntas de El Urogallo en 1970 y, finalmente, al escribir el libro que da forma concreta a la idea del novelista como suplantador de Dios: Historia de un deicidio.
Allí se lee esto: "Escribir novelas es un acto de rebelión contra la realidad, contra Dios, contra la creación de Dios que es la realidad".
5 Una mañana de principios de 1958, Camus, que por esos días dirige la reposición de una de sus obras de teatro, sale a la calle junto con la actriz María Casares. Un joven peruano de veintiún años se le acerca, le dice en un francés todavía torpe que lo admira, le entrega una revista. Camus, nieto de españoles, le contesta al joven en su lengua.
Camus muere dos años después, justo cuando Vargas Llosa llega a instalarse a París.

Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) es autor de las novelas Los informantes (Alfaguara y Punto de Lectura) e Historia secreta de Costaguana (Alfaguara), entre otros libros.>>

jueves, 14 de octubre de 2010

Vargas Llosa: conciencia de nuestro tiempo

TRIBUNA: ENRIQUE KRAUZE
El premio Nobel ha librado una de las más notables batallas intelectuales de la historia latinoamericana. Su liberalismo es el fundacional: republicano, democrático y federal, nunca indiferente a los desheredados.

El Premio Nobel otorgado a Mario Vargas Llosa es un acto de justicia con la literatura y con la libertad, palabras inseparables como sabía muy bien ese remoto maestro de Vargas Llosa que fue Isaiah Berlin. La obra de Berlin rescató y ponderó el papel liberador de la literatura en la tradición rusa. El escritor debía ser conciencia crítica de su tiempo y de su sociedad. En nuestro tiempo latinoamericano, en nuestra sociedad y nuestra lengua, nadie encarna ahora esa conciencia como Mario Vargas Llosa.


Caballeroso y atento, hay en su rostro un atisbo de melancolía frente a la necedad del mundo
En sus novelas y ensayos, nuestro continente aparece como el escenario de un drama terrible hecho no solo de pobreza, desigualdad y crimen, sino de corrientes mentales muy profundas y dogmatismos de toda índole que no son mero reflejo de las injustas estructuras económicas internas o externas, sino engendro directo de dictadores de derecha o izquierda, y obra colectiva de castas militares, políticas, religiosas, intelectuales, burocráticas. Estas elites han sido, para Vargas Llosa, el factor fundamental en la postración social y económica de la región. Ellas son el blanco profético de su obra.

Hay una poética editorial en la obra de Vargas Llosa, una alegre y zigzagueante energía creativa que va de los temas políticos y sociales a los eróticos y amorosos, y viceversa. En su vertiente central, su obra se finca en una indignación primigenia frente a las muchas caras de la opresión y el fanatismo del poder en América Latina: la infamia de los jefes y militares en sus primeras novelas, la injusticia social y la corrupción política en Conversación en La Catedral, los delirios religiosos en La guerra del fin del mundo, los fanatismos de la identidad racial en su extraordinario (y poco leído) libro de ensayos La utopía arcaica, el desdichado y cruento utopismo guerrillero en Historia de Mayta y, por supuesto, el caudillismo de Trujillo, ese paradigma del brutal dictador latinoamericano, en La Fiesta del Chivo. Pero no se trata -nunca se trata- de una literatura de tesis. Se trata de una alta recreación de esos extremos de la maldad y la miseria humana, escritos para revelarlos, para combatirlos, para exorcizarlos.

Pero está también la otra vertiente, la lúdica y erótica, la que ha hecho sonreír, gozar y sonrojar a mujeres y hombres en todos los idiomas. Vargas Llosa la ejerce -así parece- como un remanso de libertad para reponer el alma luego del esfuerzo de aquellas tremendas novelas libertarias. En Pantaleón y las visitadoras o Los cuadernos de don Rigoberto escapan sus otros demonios y duendes, sus sueños y ensueños amorosos. Son la otra cara, más risueña, de su permanente lucha por la libertad.

Esta América nuestra que nació en los albores del siglo XIX con un proyecto liberal (republicano, democrático, federal) desvió muy pronto su rumbo hacia la adopción esencialmente reaccionaria del orden antiguo (corporativo, jerárquico, dogmático, represivo y cerrado). Tiempo después, derivó hacia el alineamiento entusiasta -teñido casi siempre de populismo- con los regímenes totalitarios del siglo XX: fascistas o comunistas. En el tránsito perdió más de un siglo y medio, solo para redescubrir, hace apenas 20 años, que el proyecto original era el único deseable. Este reencuentro de América Latina con su ideario fundacional debe mucho, desde hace mucho, a la pluma de Vargas Llosa.

Contra viento y marea -como se titula su obra ensayística- Vargas Llosa ha librado una de las más notables batallas intelectuales de la historia latinoamericana. Tras su distanciamiento del régimen cubano -origen de su desencuentro con la anquilosada clerecía de izquierda en América Latina-, Vargas Llosa regresó, casi en la soledad y por cuenta propia, a la tradición liberal europea, inglesa y rusa. Sus adversarios han querido interpretar su liberalismo como una ideología indiferente a los desheredados. La imputación es enteramente falsa y la mejor prueba está en el desempeño de Chile, Brasil y hasta del propio Perú, donde un sano liberalismo económico acompañado de proyectos de responsabilidad social asequibles (apartados del populismo y del estatismo) ha desatado un progreso sustancial en el marco de la democracia. Ese ha sido, justamente, el modelo liberal que ha pregonado desde los años setenta, en textos y foros incontables, Mario Vargas Llosa.

Como sus homólogos en la literatura rusa, Vargas Llosa es ante todo un artista "comprometido", como se decía en los años cincuenta en el París que frecuentó. Pero su compromiso, mucho más afín a Camus que a Sartre, no consiente las abstracciones nebulosas ni la fácil y autocomplaciente "corrección política". Menos aún se pasma en el ejercicio narcisista del estilo. Su obra, rica en paradojas y contrastes, espejo de glorias y miserias, es un prodigio de convergencias: tiene la precisión, la armonía y el equilibrio clásico del siglo XVIII, el aliento romántico de las grandes novelas francesas o rusas del XIX y la voluntad (controlada) de experimentación del XX (la influencia admirablemente asimilada de Faulkner, por ejemplo).

Su pensamiento y su persona pública son inseparables del carácter político de sus novelas. La prueba está en su columna quincenal en EL PAÍS y en sus ensayos en las revistas Vuelta y Letras Libres. En el papel de reportero parece un cadete de la libertad. Se mete a menudo en las trincheras del mundo (Bagdad, Gaza, Congo, Haití, Darfur), da su testimonio y nunca ha temido ser impopular. La única voz que cuenta, lo lleve donde lo lleve, es la de su conciencia.

Con su triunfo triunfa la literatura en español (con la que la Academia Sueca ha tenido una deuda impagable). Después de Cela y Octavio Paz, pasaron largos 20 años. El Nobel le fue negado a Borges, y parecía vedado a Vargas Llosa. Al premiarlo, la Academia lo honra y se honra, recobrando el nivel de sus mejores galardonados. También triunfa la literatura latinoamericana y la peruana. El país trágico, profundo y variopinto del Inca Garcilaso, de Poman de Ayala, de Mariátegui y Vallejo, tiene por fin el Nobel que se merece. Y gana España, el hospitalario país que le abrió los brazos en momentos de incomprensión y desdicha.

El Premio llega en el mejor momento para América Latina. Aunque el caudillismo, el militarismo, el redentorismo revolucionario, el populismo, los nacionalismos obtusos, los fanatismos de la raza o la religión y el dogmatismo ideológico siguen presentes, desde hace 20 años el avance de la democracia entre nosotros es continuo. Vargas Llosa ha sido, después de Octavio Paz, su más firme defensor.

Premio al compromiso moral, a nuestra literatura y a nuestra lengua, a España, Perú y Latinoamérica, el Premio a Vargas Llosa tiene otra faceta de verdadera justicia poética. Me refiero al hombre que lo recibe. Quien lo conoce lo reconoce: persona caballerosa y atenta, trabajador incansable y disciplinado, hay en su rostro, detrás de la sonrisa, un atisbo de melancolía frente a la necedad del mundo y la certeza, plena en él, de la inexistencia de otro mundo. Lo que sí existe son los lazos humanos concretos, y existe la familia y la amistad. Por eso su premio debe mucho a su familia: a Patricia, su mujer, a sus hijos y a su numerosa prole de nietos.

Pero lo mejor de este reconocimiento está por venir: sus libros multiplicados como panes y la comunión de los lectores nuevos con dos palabras inseparables: literatura y libertad.


Enrique Krauze es escritor mexicano, director de la revista Letras Libres.

martes, 12 de octubre de 2010

“Mario Vargas Llosa y nosotros”

Beatriz Borregales


Martes, 12 de octubre de 2010


!!Crecimos juntos, Don Mario y estamos envejeciendo juntos¡¡


Cuando leí la primera novela de Mario Vargas Llosa, “La Ciudad y los Perros”, era muy joven; el escritor me daba una idea del mundo militar, recuerdo la escena de un soldado y una gallina. Me dejó marcada para siempre. Después me sumergí en “La Casa Verde¨, gocé un montón con “La Tía Julia y el Escribidor¨; “Pantaleón y las Visitadoras”; “La Fiesta del Chivo”…

A medida que salían publicadas, sus novelas eran leídas vorazmente, comentadas, se convertían en regalos de cumpleaños…navidades, día de las madres. Leíste la última de Vargas Llosa? ...Te la recomiendo. Categórica frase¡¡

No puedo dejar de mencionar ¨Las Travesuras de la Chica Mala” que me hizo reír hasta la hilaridad. ¡qué genial manejo de las palabras aunada a la fecunda imaginación, pues bien, los venezolanos somos lectores del peruano galardonado con el máximo Premio, el Nóbel de Literatura, por eso estos tres últimos días hemos celebrado por la Lengua de Cervantes, de Teresa de

Ávila; de Juan de la Cruz; de Miguel de Unamuno, por Latinoamérica por el Perú natal, pero por sobre lo lúdico, el significado político de este galardón.

No es Mario Vargas Llosa solamente un fecundo y brillante literato, es un extraordinario analista político, un defensor de los Derechos Humanos, de la causa de la Libertad y la Justicia Social en Latinoamérica. Don Mario tiene el mérito de venir de la izquierda, como lo hizo el Mejicano Octavio Paz, otro Premio Nóbel, aquella ilusión por las utopías, que luego se convierten en sus más serios críticos, una opción frontal a las dictaduras, sus críticas a las revoluciones, al nacionalismo, al racismo, a la corrupción, al autoritarismo.

Conoce al dedillo las realidades de cada país latinoamericano!

El 3 de octubre, horas antes del otorgamiento de tan honorable premio, le dedica a nuestro país tres cuartillas, en el diario madrileño El País un artículo titulado: “LA DERROTA DE CHÁVEZ”, en el cual analiza el resultado de las elecciones del 26S “...donde se muestra la creciente impopularidad del caudillo…quien presentó la consulta como un plebiscito en el que el pueblo venezolano debía legitimar torrencialmente su socialismo del siglo XXI… La ingeniería electoral de Chávez, con la complicidad de sus parlamentarios y del Poder Electoral, había enmendado la ley para dar una elefantiásica representación a las circunscripciones rurales, donde tenía un fuerte arraigo y encogerlas en las urbanas donde la oposición era mayoritaria.”

Hace gala Don Mario del seguimiento de nuestras torturas, con lo siguiente: ¨…esta vez no se atrevió a decir como en diciembre de 2007, cuando el pueblo venezolano rechazó su reforma constitucional que se trataba de una victoria de mierda…” Que tal?

Se esmera el Nóbel de Literatura en darnos pautas, que se crecen en lo planetario: ¨…Se reprocha a la oposición venezolana carecer de líderes, no tener al frente a figuras carismáticas que arrebaten a las masas... pero, cómo ¿todavía hay que creer en caudillos? ¿No han sido ellos los horripilantes payasos con las manos manchadas de sangre, embelecos inflados de vanidad por el servilismo y la adulación que los rodea, la razón de los peores desastres de América Latina y del mundo? La existencia de un caudillo carismático supone siempre la abdicación de la voluntad, del libre albedrío, del espíritu creador y la racionalidad de todo un pueblo ante un individuo al que se le reconoce como un ser superior...Eso queremos? Que venga un nuevo Chávez a librarnos de Chávez? Se avecina un período tenso, en el que una vez más, como hace dos siglos, se decidirá en TIERRA VENEZOLANA EL FUTURO DE LA LIBERTAD EN TODA AMERICA LATINA. (mayúsculas mías)

Gracias Don Mario por estudiarnos, darnos sus recomendaciones y sobre todo por creer en NOSOTROS.

viernes, 8 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura

Abel Ibarra



La noticia me sacudió a primeras horas de la mañana de este jueves y me cambió el libreto de la columna de esta semana, cuando escuché por televisión que Mario Vargas Llosa había ganado el Premio Nobel de Literatura.



Las Cábalas están ardientes de buenos augurios y, después de la emoción de haber comenzado a dar pasos acelerados para acabar con el autoritarismo que campea en Venezuela, celebro este acontecimiento como propio porque al fin se hizo justicia con uno de los creadores más lúcidos y prolíficos de nuestro tiempo, además de que resulta un homenaje a ese idioma que llevamos en la punta de la lengua para nombrar la vida que transcurre a la orilla de los días.



Con este premio, además del propio Vargas Llosa, gana también la Academia Sueca porque, luego de algunos desaguisados como haberle otorgado el Nobel de la Paz a una impostora como Rigoberta Menchú (que no es india, ni pobre, ni prócer) ha recuperado el sentido de la justicia esquivando el fetichismo que evitó, por ejemplo, haber desconocido el tenor literario de Jorge Luis Borges, autor de algunas de las obras que saltarán del Siglo XX, problemático y febril, con ímpetu mayor hacia los tiempos por venir.



Desde su primera novela, La ciudad y los perros, una trágica historia de adolescentes que transcurre entre las paredes del liceo militar “Leoncio Prado”, en el Perú, el don escritural, la crudeza de sus historias y la fuerza de su torrente imaginativo, han sido valores permanentes que encuentran un mayor desarrollo en novelas como La casa verde, con la cual ganó el premio “Rómulo Gallegos”, en Venezuela, en 1968, La guerra del fin del mundo, Pantaleón y las visitadoras, Conversación en la catedral y en el resto de una obra (bien pareja en sus hallazgos) que salta sin compasión entre géneros que van desde el encantamiento que deriva de su genio narrativo a la seducción que causan sus obras de teatro, hasta lograr uno de los mayores estallidos del pensamiento moderno, en la densidad lograda en sus ensayos con una maestría que da vértigo.



Y, como si esto fuera poco, uno de los valores que convierte a Mario Vargas Llosa en un portento de ser humano, es su lucha por la libertad y la condena a todos los regímenes despóticos que muestran su cara impunemente sobre la faz de la tierra.



Nuestros antepasados Mayas decían que había que nombrar nuestras cosas “para que nuestras cosas existieran” y Mario Vargas Llosa les siguió la corriente haciendo que nuestro español alumbre como estrella de lo cotidiano en todo el planeta.



¡Salud!, Don Mario Universal!