viernes, 12 de diciembre de 2008

La conjura de los necios




John Kennedy Toole - Compactos Anagrama
La Conjura De Los Necios es una disparatada, ácida e inteligentísima novela. Pero no sólo eso, también es tremendamente divertida y amarga a la vez. La carcajada escapa por sí sola ante las situaciones desproporcionadas de esta gran tragicomedia.Ignatius J. Really es, probablemente, uno de los mejores personajes jamás creados y al que muchos no dudan en comparar con el Quijote. Más aún, es el antiprotagonista perfecto para una novela repleta de excelentes personajes, situados en la portuaria ciudad de Nueva Orleans, magistralmente definidos y que suponen el contrapunto exacto al gran Ignatius. Él es un incomprendido, una persona de treinta y pocos años que vive en la casa de su madre y que lucha por lograr un mundo mejor desde el interior de su habitación.
Pero cruelmente se verá arrastrado a vagar por las calles de Nueva Orleans en busca de trabajo, obligado a adentrarse en la sociedad, con la que mantiene una relación de repulsión mutua, para poder sufragar los gastos causados por su madre en un accidente de coche mientras conducía ebria. El autor, John K. Toole, consigue una crítica mordaz de una sociedad americana basada en la decadente clase media.
Logra mantener el interés del lector (incluso mayor en una segunda lectura que en la primera) con un abanico de personajes a cuál más desagradable. No deja títere con cabeza y, a través de la tortuosa y enrevesada personalidad de Ignatius, da un repaso a la época que le tocó vivir en un tono de burla que contrasta con la triste visión de las vidas de los personajes retratados.No encontramos únicamente una loca y angustiosa historia de crítica social, sino que el argumento engancha desde el comienzo. Momento en el que, como dice su protagonista, Fortuna hace girar su rueda hacia abajo y nunca sabemos cual es la desagradable sorpresa que nos depara el destino. A partir de aquí, unas situaciones enganchan con otras, al igual que lo van haciendo los personajes, y se va formando una enorme bola de nieve que terminará estallando al final de la novela.Tras terminar La Conjura De Los Necios, a sus 32 años, el autor intentó infructuosamente que la publicasen. Ello derivó en una profunda depresión que le condujo al suicidio. Gracias a la tenacidad e insistencia de su madre hoy podemos disfrutar de esta deliciosa obra galardonada con el Premio Pulitzer. También podemos encontrar publicada La Biblia De Neón, novela escrita cuando el autor tenía 16 años.
COMENTARIOS
COMENTARIO 1
Cuando el genio nace,los necios se conjuran.Opinión de xedra sobre La conjura de los necios
He estado esperando a terminar y disfrutar de la última página de este fascinante libro para escribir mi humilde opinión sobre él, esta creo que es muy extensa pero es lo mínimo para una Obra de tal magnitud.El autor.JOHN KENNEDY TOOLE.
La biografía de John Kennedy Toole, Nueva Orleans (1.937-1.969), quién ha demostrado ser uno de los escritores más ingeniosos y lúcidos del siglo XX, no es lo interesante y sustanciosa que el autor merecía. Licenciado en inglés por la Columbia university, fue profesor de la University of Southwestern y el Dominican College de Nueva Orleans. Escribió "La Conjura de los Necios" en los primeros años sesenta no logrando verla publicada, ya que apareció por primera vez en 1.980, once años después de que el autor se suicidara, debido a los esfuerzos de Thelma, su madre, y al apoyo del profesor Walter Percy. Sin embargo, cuando ésta vio la luz, la respuesta entusiasta de la crítica fue unánime, recibiendo el premio Pulitzer en 1.981, y siendo galardonada, una vez publicada en Francia, como mejor novela en lengua extranjera del año. De manera póstuma también apareció "La Biblia de Neón". Considero "La Conjura de los Necios" como un clásico del boca a boca, paradigma de la complicidad y comunicación entre lectores.Creo que si John pudiese ver desde un agujerito el éxito de La Conjura de los necios, se sentiría muy satisfecho.
Es una pena que no se haya aprovechado el talento de este autor en vida, quizá nos hubiese apremiado con alguna obra más de este tipo pero en fin, todo esto es hablar por hablar... como dice mucha gente que ha leído el libro, debe de ser desquiciante el tener una mente privilegiada como la suya y sentirte despreciado e infravalorado por el mundo.La Obra.Se trata de una obra desternillante y mordaz, que encierra su halo de amargura; condensada y vibrante, impulsada por el vértigo de los acontecimientos. Una relación de las continuas peripecias que empujan al protagonista Ignatius en sus movimientos, inmersos en una cotidianidad caricaturizada hasta extremos delirantes.
Conforme se avanza, el tono se va tornando de confidencia divertida.Gracias a los diferentes enfoques que presentan los puntos de vista de Ignatius, los variopintos personajes y el propio narrador, se refleja un concreto, ágil y satirizado retrato social. Así lo demuestra su constante semblanza de las condiciones de vida de los negros, de la que es su principal portavoz el hilarante y lúcido personaje negro Burma Jones.
La presencia de otros como la tía de Mancuso (Santa Battaglia), la propia Sra. Reilly, madre de Ignatius o el Sr. Robichaux nos habla de las vicisitudes y la particular de los emigrados; se describen, dentro de esa gran caricatura, las costumbres de las clases populares, la devoción religiosa frente a su simple y pragmática mentalidad; su obsesión por el qué dirán dentro de un submundo envenenado de cotilleos como picotazos de ave carroñera; sus modales, sus humildes condiciones, su implacable concepto de la educación escolar, sus formas de vestir... O el miedo al fantasma comunista, tan infundido por el gobierno en la sociedad de la época. Historias que discurren paralelas al devenir de Ignatius, aunque íntimamente relacionadas con él, y que abren la perspectiva de la novela de Toole. De tal forma, personajes distantes y ajenos como el doctor Talc, antiguo profesor de Ignatius y Myrna, sirve para trazar algunas líneas sobre su pasado universitario, y, de paso, es utilizado, como no podría ser de otra forma, para lanzar vitriolo sobre la clase académica (no olvidemos que John Kennedy Toole era profesor universitario). Los bajos fondos, el barrio francés, la pequeña delincuencia y la prostitución son descritos con sarcasmo no exento de amabilidad, de cierta benevolencia.
En una ciudad en la que los policías se mueren por poner multas y el sargento se desespera por la falta de detenciones, hay locales como el "Noche de Alegría", irónico nombre para un lugar con bebidas aguadas y suciedad; refugio de solitarios, fracasados y perdidos. Nido de una cutrez de personajes ambiciosos moviéndose a través de pequeños delitos dentro de su propia incapacidad.El Contenido.En el inicio de la novela no hay opción de aclimatación para el lector. Nuestra primera visión es él, Ignatius: la pormenorizada y deleitosa descripción de su excesivo aspecto, de su chocante mentalidad; su actitud despectiva y desafiante en los momentos más insospechados, su defensa ofuscada ante "la conjura". Y se nos ofrecen certeras claves sobre protagonistas centrales como la madre y el Patrullero Mancuso, y otros como los del "Noche de Alegría", el viejo Sr. Robichaux o Burma Jones. Así como claras muestras del delirio que se avecina. El detallado trazado del universo de Ignatius, que comprende toda la novela, se apoya considerablemente en el personaje de Mirna Mynkoff, de presencia constante, bien por alusiones, o a través de su encarnizada relación epistolar con Ignatius. Unas circunstancias llevan a otras, cualquier acontecimiento es desencadenante de otro. Un carrusel que se mueve según los designios de la Diosa Fortuna, como el aparatoso accidente de tráfico que obliga a Ignatius a trabajar para que su madre pueda afrontar la fuerte deuda que se le presenta. Debe salir a la calle, abandonar su mundo, y no está dispuesto a hacerlo, sólo quiere datos a pie de calle para reforzar su monumental escrutinio del siglo de necios que le ha tocado vivir. De ese desgraciado impacto nace el aumento progresivo de equívocos que vertebra esta novela. Ignatius entra a trabajar en Lévy-Pants, lugar hecho a su medida, decadente y olvidado, que significa una nueva veta para otra indagación, otro dibujo desaforado e impúdico de personajes. Mientras, el mundo a su alrededor no para, el "Noche de Alegría" continúa presente, y su madre acaba trabando amistad y encontrando consuelo en el patrullero y su tía. Historias paralelas que son embrión de otras, que hilvanan el enredo. Todo podía haber acabado perfectamente ahí, pero el ansia de Ignatius por epatar a la Minkoff, verdadero motor de sus actos, le lleva a idear un golpe de efecto que acarreará su despido automático.
La incisión abierta por su presencia en la fábrica, nos abre la puerta de la mansión de los Lévy, donde, de manera sustanciosa, las clases pudientes, estancadas y rentistas reciben lo suyo. La deuda pesa demasiado, e Ignatius da con otro negocio necesitado, "Salchichas Paraíso", ideal para que Toole nos lo coloque en la calle en las situaciones más disparatadas. La fiesta celebrada en el capítulo VIII, en casa de Santa Battaglia, desplaza por única vez la omnipresencia de nuestro "chico trabajador". Allí su madre empieza a observar cuidadosamente su última posibilidad de futuro, mientras, las historias colaterales siguen fermentando. Un personaje levemente reseñado en el primer capítulo (Dorian Green, un gay del barrio francés), entra en liza. Los diversos ramales de historias empiezan a torcerse, por obra y gracia de Fortuna: su madre recibe un golpe fatídico al saber que sale a vender disfrazado de pirata; los Lévy se aterran al conocer posteriores consecuencias de su paso por la empresa familiar; se encuentra con George y tratan de utilizarse mutuamente; y con Burma Jones, que sí lo utiliza. Para colmo Mancuso le sigue absolutamente febril y desorientado. El motor de su subconsciente continúa sobrevolándole epistolarmente, e impulsado por la colaboración de Dorian Green, ejecuta un nuevo ataque sorpresa al sistema. Esto nos lleva al corazón del barrio francés y al ambiente gay, pintado con ironía y humor. Es aquí donde recibe el único varapalo real de la historia, acabando ridiculizado totalmente y vapuleado por un trío de lesbianas. Aquí encontramos a un Ignatius cuyo particular raciocinio parece quebrarse en algún momento, un instante en que la maquinaria febril de su pensamiento cae en punto muerto y Toole muestra su vulnerabilidad y terrible soledad. Su accidentada salida de la fiesta de Dorian, lo vuelve a poner en circulación, reactivando el vertiginoso capítulo XII, en el que su madre ya se ha atrevido a llamarle loco.
La aparatosidad de su entrada en el "Noche de Alegría", de nuevo espoleado por una postrera opción de sorprender a Mirna Mynkoff, y de mitigar su ya infranqueable soledad, ya había sido sabiamente calculada por la Diosa Fortuna, que giró esta vez un poco más abajo si cabe, apoyándose en Boecio, su guía espiritual, en otra pirueta confinada en el paroxismo de la casualidad y el enredo.
La posibilidad tangible de cumplir sus deseos dota a Ignatius de la suficiente energía como para protagonizar la sublimación final del absurdo y propiciar la grotesca y genial escena que deviene en punto culminante. Todo se desmanda y el carrusel parece descarrilar. En el siguiente capítulo, la comedia de enredo se destensa y ofrece su cara amable, mostrándonos mediante primeros planos las reacciones de los personajes ante los últimos sucesos y apuntándonos su futuro. Aquí asistimos a un rasgo de bondad de Toole, provocando el triunfo de los buenos e inocentes, como Mancuso, Darlene o Jones (éste tras los últimos estertores de Fortuna, rescatado en un último soplo de suerte), personajes con los que es condescendiente; y a la caída de los malos, al modo de cualquier comedia con moraleja. Toole reparte justicia hasta donde puede, pero a través de los designios del destino, negando la intervención de la perspectiva del hombre.
El "caso Abelman", que inquietaba a los Lévy, también toma un giro inesperado, inducido involuntariamente por un Ignatius que en su momento más bajo, en el que su suerte parece estar echada, saca arrestos de su poder de seducción, iluminando a un Lévy, siempre tratado con simpatía en la novela, que logra de una estacada la redención y la libertad; incorporando además a la srta. Trixie al apartado de pieza clave del relato. Podía haber terminado así, pero en el último capítulo Fortuna vuelve a ser caprichosa. En éste, al perplejo lector no le queda más que sacudirse el aturdimiento mientras espera que Ignatius huya y tenga suerte.Quién es Ignatuis J. Reilly.Ignatius Reilly, 30 años, medievalista en paro, recoge en su personalidad, su físico y sus actos un rosario de cualidades negativas: cobarde, repugnante, caprichoso, reprimido, mentiroso patológico, egoísta hasta el extremo; infantiloide y aprensivo. Obeso y bigotudo, encerrado en la inmundicia de su habitación, rellena decenas de cuadernos Gran Jefe, con su ideario político-religioso ("teología y geometría"). Reivindica a su maestro Boecio, habla de la monja Rosvita, clama a la diosa Fortuna, y desea que la constante inmoralidad de sus enemigos sea castigada azotándolos hasta perder el sentido. Todo acompañado de las agobiantes reacciones ante los acontecimientos de su válvula pilórica, en forma de expulsiones gaseosas puntualmente señaladas por el autor. Incapaz de viajar y enemigo a ultranza de los medios de locomoción, autobuses en particular, gusta pasar su tiempo libre meditando sobre lo abominable de programas tipo Lluvia de estrellas, comiendo con ansia y bebiendo Dr. Nuts, en la botella o en su tazón "Shirley Temple"; o recreándose en el cine, persiguiendo con sus desaforadas críticas, desde su asiento y con la boca inundada de palomitas, a sus actrices más odiadas. Desprecia el trato humano, con su gran gorra verde con orejeras, su sempiterna camisa de franela y su reloj "ratón Mickey"; como vemos, despliega sus aires de grandeza y su procacidad ataviado grotescamente a lo americano. Admira a la aristocracia criolla y siempre amenaza con su equipo de abogados.Prologo.En el prólogo de la obra, en el que Walker Percy relata cómo cayó la novela en sus manos, se cita a Don Quijote de la Mancha. Con él comparte la radical interpretación del mundo desde una óptica absolutamente personal y delirante, su por momentos desarmada lucidez y fina ironía; y ambos pasan por la aberración y el ridículo en lo desventurado de sus empresas.Mi opinión.En primer lugar, dar las gracias a mi genial padre por prestarme este libro, sin él, nunca hubiese descubierto la gran Obra del desaparecido John Kennedy Toole.
Me ha parecido un libro excepcional, he disfrutado de todas y cada una de las páginas que lo componen, y sobre todo me he reído muchísimo. Nunca olvidaré a Ignatius J. Reilly, víctima de las circunstancias y del mundo que le acoge, es muy fácil llamar loco a alguien cuando, los locos son los que le rodean. La Conjura de los necios es un libro 100% recomendable, no dejará indiferente a quien se sumerja en su lectura. Pienso volver a leerlo dentro de poco y se lo voy a regalar a una persona un tanto peculiar que conozco, seguro que le encanta.Bueno, hasta aquí mi opinión sobre este libro, espero no haber aburrido a nadie.Un besazo y que tengáis un buen día.
COMENTARIO 2
ENREDO HASTA EL PAROXISMO.Opinión de Algonauta sobre La conjura de los necios del 23 de Abril de 2004La evaluación de producto del autor: Ventajas:CARCAJADAS ASEGURADAS .Desventajas:NO TIENE NINGUNA .Recomendar a compradores potenciales:síOpinión completaEL AUTOR:John Kennedy Toole, Nueva Orleans (1937 – 1969) ha demostrado ser uno de los escritores más ingeniosos y lúcidos del siglo XX. Licenciado en inglés por la Columbia University, fue profesor de la University of Southwestern y el Dominican College de Nueva Orleans. Escribió "La Conjura de los Necios" a principios de los años sesenta, pero hasta once años después de que el autor se suicidara no se publico, gracias a la tenacidad e insistencia de su madre, de no haber sido por ella hoy no podríamos disfrutar de esta deliciosa obra, que en su día recibió la respuesta unánime de la crítica, siendo galardonada con el premio Pulitzer en 1.981. También de manera póstuma apareció "La Biblia de Neón", novela escrita cuando tenía 16 años.EL LIBRO:"La Conjura de los Necios" es un clásico del boca a boca gracias a la exposición de sus personajes, a su sentido del ritmo narrativo, al caudal de sus diálogos, bazas todas ellas que mantienen al libro de permanente actualidad.El libro nos engancha ya desde su destornillante y mordaz inicio al ofrecer certeras claves sobre el histrionismo de sus variopintos protagonistas centrales, caricaturizados hasta extremos delirantes, así como claras muestras del delirio que se avecina. Conforme avanza la carcajada escapa por sí sola ante las situaciones desproporcionadas de esta tragicomedia, no dejando opción de aclimatación para el lector, pues ya la primera visión que nos ofrece es la de su protagonista, Ignatius J.Reilly, su pormenorizada y deleitosa descripción, su chocante mentalidad y su actitud, despectiva y desafiante, en los momentos más insospechados.
El autor reflexiona en él haciéndonos un ágil y satirizado retrato de la sociedad de la Nueva Orleans de su tiempo. Nos habla de sus vicisitudes y idiosincrasia haciendo una gran caricatura de las costumbres de las clases populares, su obsesión por el qué dirán, sus envenenados cotilleos, sus modales, sus humildes condiciones, su implacable concepto de la educación escolar, sus formas de vestir, el miedo al fantasma comunista tan imbuido en la sociedad de la época, su decadencia, y todo ello bajo el vértigo de los acontecimientos de las continuas peripecias de Ignatius.En fin, el libro es una crítica incisiva, despiadada y mordaz, no exenta de amabilidad y cierta indulgencia, a todos los sectores de la ciudad de Nueva Orleans (bajos fondos, pequeña delincuencia, prostitución), de la que también quiere transmitir su luz, la suavidad de su clima, el colorido de sus fachadas, aunque la descripción contemplativa se vea constantemente empujada y superada por los acontecimientos.
EL PROTAGONISTA:Ignatius es un joven de 30 años, medievalista en paro que desprecia el trato humano, gordo y bigotudo, siempre con su gran gorra verde con orejeras, su sempiterna camisa de franela y su reloj del ratón Mickey, cuyos actos son un rosario de cualidades negativas sin parangón, es cobarde, repugnante, caprichoso, reprimido, mentiroso patológico, egoísta hasta el extremo; infantil y aprensivo hasta la exacerbación, encerrado en la inmundicia de su habitación, llena de decenas de cuadernos “Gran Jefe”, en los que escribe su ideario político-religioso, en él desmenuza su imaginación desbordante, su reaccionario catolicismo, su ambigua percepción sexual, su añoranza de una monarquía totalitaria, su desprecio por la ilustración, el progreso, el frenético desarrollo industrial y comercial, clama a la diosa Fortuna, y desea que la inmoralidad de sus enemigos sea castigada azotándolos hasta perder el sentido. Todo acompañado de las agobiantes reacciones ante los acontecimientos de su válvula pilórica, en forma de expulsiones gaseosas puntualmente señaladas por el autor.

Incapaz de viajar y enemigo a ultranza de los medios de locomoción, autobuses en particular, gusta pasar su tiempo libre meditando sobre lo abominable de programas tipo Lluvia de estrellas, comiendo con ansia y bebiendo en su tazón "Shirley Temple"; o hiendo al cine para, desde su asiento y con la boca inundada de palomitas, hacer desaforadas críticas a sus actrices más odiadas.
OTROS PROTAGONISTAS:La Sra. Reilly, madre de Igantius, Mirna Mynkoff, antigua compañera de estudios de Ignatius con el que mantiene una relación epistolar y a través de la cual conoceremos algunas líneas sobre su pasado universitario, Santa Battaglia, amiga de la Sra. Reilly, el sargento de policía Mancuso, sobrino de Santa Battaglia, Dorian Green, un gay del barrio francés.EL ARGUMENTO:En una ciudad en la que los policías se mueren por poner multas, el sargento Mancuso se desespera por la falta de detenciones, donde hay locales como el "Noche de Alegría", lugar en el que se sirven bebidas aguadas y es refugio de pequeños raterillos incapaces de cometer ni siquiera pequeños delitos, Ignatius ha de ponerse a trabajar para poder sufragar los gastos causados por su madre en un accidente de coche mientras conducía ebria. Ignatius entra a trabajar en Lévy-Pants, lugar hecho a su medida, decadente y olvidado, que significa una nueva veta para una de sus indagaciones.
Mientras, el mundo a su alrededor no para, su madre acaba trabando amistad y encontrando consuelo en el sargento Mancuso y en su tía, Santa Battaglia.Todo podía haber acabado perfectamente ahí, pero el ansia de Ignatius por asombrar a Mirna Minkoff, verdadero motor de sus actos, le lleva a idear un golpe de efecto que acarreará su despido automático de Lévy-Pants.
Como la deuda pesa demasiado, Ignatius, obligado por una madre, que cada vez está más desesperada, da con otro empleo "Salchichas Paraíso". Su madre, al saber que sale a vender salchichas por las calles disfrazado de pirata, recibe un golpe fatídico. Mientras, las historias colaterales siguen fermentando, y una serie de circunstancias llevan a otras y cualquier acontecimiento es desencadenante de otro. En ese momento entra en liza Dorian Green con el que planea un nuevo ataque sorpresa al sistema. Esto nos lleva al corazón del barrio francés y al ambiente gay, pintado con ironía y humor. Es aquí donde recibe el único varapalo real de la historia, acabando ridiculizado totalmente y vapuleado por un trío de lesbianas. En definitiva, los diversos ramales de historias que discurren paralelas al devenir de Ignatius, aunque íntimamente relacionadas con él, y que son el embrión de otras que hilvanan el enredo y rayan en el paroxismo, empiezan a torcerse, las cosas cada vez le irán de mal en peor, los Lévy quedarán aterrados al conocer ulteriores consecuencias de su paso por la empresa familiar, el sargento Mancuso... Y hasta aquí puedo contar, lo mejor será que leáis el libro y os enteréis de todos los detalles pormenorizados de las hazañas de Ignatius. CONCLUSIÓN:Al igual que Don Quijote de la Mancha, Ignatius comparte con él la radical interpretación del mundo desde una óptica absolutamente personal y delirante, sus momentos de lucidez y fina ironía; y ambos pasan por la aberración y el ridículo en lo desventurado de sus empresas. Incluso las diferencias conservan determinados paralelismos: Don Quijote fue arrogante y valiente en un mundo pendenciero, Ignatius es miserable, egoísta y hasta calculador, se autoexcluye con arrogancia y altanería y ataca por donde puede. Utiliza pues, como Don Quijote, las armas y los argumentos de la época para sobrellevar victorioso su reacción ante su tiempo, en defensa de valores ya desaparecidos o en franca decadencia. La responsabilidad enfermiza frente a la irresponsabilidad más alarmante; el análisis del medio y el análisis contra el medio; la acción idealista y el nihilismo furibundo, que oculta otro idealismo más utópico aún. Saludos y gracias por leerme.
COMENTARIO 3
Ignatius, un gordo incomprendidoEstupenda novela, fácil de leerDesventajas:Nada en especialRecomendar a compradores potenciales:síOpinión :
Hay novelas que hace rato andaba buscando pero que por diferentes razones (precio, escaso stock) no lograba conseguir. Y "La conjura de los necios" es una de ellas. Me interesaba sobre todo el argumento: las aventuras de un gordo incomprendido al insertarse en el mundo laboral. También me intrigaba, ya por curiosidad, el hecho de que esta obra haya sido publicada luego de la muerte del autor (un suicidio a la corta edad de 32 años), John Kennedy Toole, por su madre, Thelma. Y más impresionante es que haya tenido éxito.En fin, la historia de la novela (escrita, se cree, a comienzos de los 60's y publicada recién en 1980) es, a grandes rasgos, algo así: Ignatius J. Reilly, es un hombre de unos 30 años, obeso, glotón y cínico que aun vive con su madre, que pasa la mayoría de su tiempo escribiendo en sus cuadernos Gran Jefe una especie de alegato contra la sociedad moderna en la que vive, calificándola de "carente de decencia y buen gusto" como así también de "teología y geometría".
Al chocar su madre contra una casa en estado de ebriedad, Ignatius se ve obligado a insertarse en el mundo laboral: primero, como archivador en Levy Pants, una empresa en total declive; y segundo, como vendedor callejero de salchichas.La cosa es que, a medida que va pasando la novela, Ignatius se ve envuelto en varios sucesos que no sólo afectan a él, sino a mucha gente a su alrededor.Los aciertos que veo al terminar la novela son varios. Primero, es bastante fácil de leer, siendo la mayoría de la novela puramente diálogos. Diálogos que dan risa, que entristecen un poco también, pero que al final, resultan fundamental para la historia y para que Ignatius se exprese y deje en manifiesto su particular visión del mundo: pretende que la sociedad moderna se "medievalice", o sea, que vuelva a las virtudes de la sociedad medieval. También tenemos a mano partes de los escritos del alegato contra su sociedad, que resultan tan elocuentes como delirantes.El personaje principal, Ignatius, termina siendo, sin ir más lejos, en uno de los personajes más fascinantes de la novela americana, ocupando un puesto junto a Holden Caulfield, el joven de "El guardián contra el centeno".
Como Holden, Ignatius es, sobre todo, un "outsider", un bicho raro. Siempre con su gorra de cazador verde y maldiciendo la sociedad moderna que él considera indecente. O chillando de asco en el cine ante las aberraciones en la pantalla. O bien quejándose continuamente de su válvula pilórica, que se cierra ante cualquier disgusto que le provoque el mundo en el que vive. Tan repulsivo como entrañable (aunque sobre todo repulsivo), Ignatius corresponde a otro de esos inadaptados que no sabe qué hacer en el mundo en el que vive. Antes dije que él afectaba a mucha gente alrededor. Bueno, esto termina siendo otro acierto de la novela, pues consigue describir varios personajes de una manera simple, sin que nos complique la lectura.
Pero claro, lo más importante es lo genial que resultan ser algunos de esos personajes.Así, resulta que además del obeso antihéroe Ignatius Reilly, aparecen otros personajes geniales como Irene, su extraña madre; Jones, un negro cuyo trabajo lo deja por debajo del salario mínimo, y resulta ser uno de los personajes más divertidos gracias a sus irónicos comentarios; Lana Lee, la déspota gerente del bar "Noche de Alegría"; Angelo Mancuso, un oficial de policía que trabaja como incógnito con disfraces ridículos en busca de gente que le parezca "sospechosa"; la Señorita Trixie, una vieja ya senil que aun trabaja en Levy Pants, pero que desea profundamente la jubilación, negada por la esposa del dueño de la empresa; Mirna Minkoff, la revolucionaria (ex) novia de Ignatius, que continuamente le advierte a su "amado" que salga de su asqueroso cuarto; etc.
También es notable cómo Toole describe a su ciudad natal, Nueva Orleans, el espacio en que se desenvuelve la novela, cargándola de las características necesarias, con sus callejones, barrios apartados y diferencias étnicas.

La novela no es corta ni larga, se lee rápido, pero sobre todo, uno la pasa muy bien leyéndola: hay lugar para reflexiones pero sobre todo, hay lugar para carcajadas, proporcionadas gracias a, primero, el patetismo de Ignatius, cuya suerte parece andar de mal en peor y lo lleva a situaciones y diálogos completamente hilarantes; y segundo, gracias a personajes como Jones, en sus lapidarias e irónicas acotaciones sobre su condición de negro explotado o la imbatible Señorita Trixie, llamando a Ignatius "Gloria", durmiéndose en el trabajo y pidiendo a gritos su jamón de Pascua.Muy recomendada. Sobe todo, para el que gusta de las novelas protagonizadas por freaks o antihéroes, pero también para el que quiera pasar un buen rato leyendo un libro.
Publicado por Joaquin en 16:57 0 comentarios
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domingo 28 de septiembre de 2008

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