lunes, 1 de junio de 2009

UN CUENTO DE MI PAÍS

En mi país todo el mundo vivía de puros cuentos. El cuento del día anterior amenizaba la mañana de cada día y ¡ni se diga lo que disfrutaban los citadinos con los recuentos del vecino más cercano! Gracias a Dios que por mucho cuento que hubiese, nadie se cansaba de oírlos porque la fuente de los cuentos de donde salía la vida de ese pueblo siempre estaba aceitada, brillante y bien bonita. Así que todos los cuentos que alimentaban a la gente eran buenos y bien hechos. Si es así….¡no había ningún problema de vivir de puros cuentos!......
Era tan importante el cuento en ese lugar, que le llamaron el país de los cuentos y hasta en las universidades era obligatorio aprender a escuchar y recitar cuentos. Por su puesto, el Presidente era un cuenta cuentos y ¡merecía mucho respeto!. En los encuentros internacionales, los presidentes de otros países esperaban ansioso el cuento que relataría el presidente cuenta cuentos en su discurso oficial. Gracias a esos encuentros, nuestro país había establecido un convenio para distribuir los cuentos a nivel mundial. Fue tal el éxito, que la industria de los cuentos se convirtió en el pilar de la economía nacional.
Sin embargo, no podía faltar el grupo de malvados y envidiosos que eran incapaces de escuchar y contar un buen cuento e hicieron un plan para desestabilizar el país de los cuentos bonitos.¡El proyecto era malévolo! No consistía en dañar la fuente fabricadora de cuentos, sino en reprogramarla para que contara falsedades, mentiras y cuentos alejados de moral y doctrina alguna, para confundir a todo el mundo sin que se percataran de lo que estaba sucediendo, ya que le colocarían una dosis de hipnotismo al cambio que introducirían en el sistema de la fuente, de manera que los habitantes ni siquiera a través del tiempo, se percataran de lo sucedido. Esto permitiría que los malvados se hicieran dueños del gobierno y acomodaran los ingresos nacionales a su antojo y beneficio personal.
Comenzó entonces en mi país una ola de injurias y equivocaciones, insultos entre unos y otros, ofensas por los relatos malvados que la fuente estaba produciendo. Informaciones negativas, poco entendimiento y pobreza por todos lados. Todos estaban confundidos y desconcertados, no comprendían lo que estaba pasando. La gente que intentaba enderezar los cuentos, se confundía y caía en el lodo del pleito, del engaño y la persecución. Añoraban aquel tiempo en que se vivía feliz a punta de cuentos, recuentos y cuenta cuentos.
Pero el grupo de malvados no se percató que el alma de mi pueblo no había perdido el gusto por los cuentos buenos, porque los sabios y prudentes del lugar guardaban muy celosamente los manuscritos de aquellos viejos tiempos y nunca dejaron de disfrutar y de leer a los demás los hermosos relatos de aquellos momentos de historia nacional. En oportunidades los llamaban de instituciones y universidades de renombre, entonces dictaban foros y charlas sobre historia nacional y buenos cuentos, pero al mezclar esta labor con el desorden de los cuentos reprogramados, aquello se enredaba en un terrible “descuento”.
Solo se salvaban del desastre los padres y maestros de escuela que inventaban sus propios cuentos a falta de aquella máquina que ofrecía relatos hermosos y los contaban a sus hijos y alumnos. Estos cuentos no estaban reprogramados, recordaban los que otrora aquella máquina brindara…..
Cerca de la fuente famosa, existía desde hace muchos años, una hermosa escuela llamada “El Escondite”. Allí los maestros si vivían de buenos cuentos. Lo recuerdo porque fue allí donde aprendí y conté muchos cuentos……
Comenzaba la fiebre del béisbol, entonces los muchachos practicaban a diario después de escuchar el relato que el maestro les brindaba para comenzar la jornada.
Se cuadró al bate Guillermo Caraota Hernández, como lo llamaban los compañeros de equipo, porque cada vez que jugaba se comía una suculenta empanada de caraotas negras, ya que según él, le daría la fuerza de mil hombres para batearla de jonrón.
¿Qué tenía la empanada de caraotas ese día?, no lo se, solo recuerdo que el joven Guillermo bateó la bola de frente, no con la fuerza de mil hombres, sino de todo un pueblo en busca de su objetivo. La bola salió del terreno y fue a dar, no se sabe si por pura coincidencia o por dirección precisa del batazo, al mero corazón de la fuente reprogramada de los cuentos. Perforó por completo el sistema hasta quedar totalmente desecha.
¡Hubo alarma Nacional! ¡Aquel batazo desestabilizó el orden nacional! ¡Por culpa de una empanada de caraotas negras y una bola de béisbol, se acabaría la economía nacional!. Ese era el cuento que corría de sitio en sitio. Reuniones por aquí y por allá, historias turbia en cada casa, expectativas por lo que sucedería era el tema del día.
Decidió entonces una comisión de sabios, prudentes y jóvenes cuenta cuentos, organizar desinteresadamente todos aquellos cuentos que hacían la historia de mi país, el país de los buenos cuentos y cuenta cuentos. Pidieron el esfuerzo de la gente, en especial de los padres, maestros, estudiantes y profesionales que todavía sabían hacer y contar buenos cuentos, para ofrecer al pueblo la verdadera historia de su pasado, para que así hubiese una fuente viva de cuentos en el alma de cada venezolano.
Fue así como mi país recomenzó. Fue así como mi país, después de mucho dolor, retomó las riendas de su historia y rompió el hipnotismo que lo anulaba, para comenzar a forjar el futuro en el alma de cada venezolano.
Guillermo Caraota Hernández siguió bateando, estudiando, leyendo y contando buenos cuentos. Creció, se hizo profesional y tuvo familia y a sus hijos siempre les contó el cuento aquel de la empanada de caraotas negras que había despertado al pueblo venezolano.
Yo sigo contando cuentos y enseñando a contarlos. Este es uno de mis preferidos, porque cuenta la historia vivida del pueblo venezolano.


María Antonieta Angarita. 8-9-97, CORRECCIONES 10/10/2007

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