sábado, 19 de septiembre de 2009

Soledad Morillo Belloso // Ignorancia en dos patas



El gobernador de Trujillo, Hugo Cabezas, no es más ignorante porque no entrena
Me precio de ser tolerante. Pero tengo intolerancia genética a la ignorancia que exhiben algunos con una osadía que da grima y repelús. Es el caso del gobernador de Trujillo, Hugo Cabezas, quien no es más ignorante porque no entrena. Este individuo se ha permitido emitir un decreto condenando nada menos que a Don Mario Briceño Iragorry, una de las glorias del pensamiento y las letras venezolanas. El texto del decreto rubricado por el minusválido intelectual dice tanta barbaridad, que más bien parece redactado por un "homo erectus" y no un "homo sapiens".

En esas líneas, que llevan el sello oficial de la gobernación trujillana, Cabezas lista una serie de considerandos, a cual más patético, que concluyen en un dictamen según el cual Don Mario es confinado al exilio de la historia, como si tal cosa fuere posible.

A Cabezas, quien firmaba con una "X" los documentos oficiales cuando era director de la Onidex, le informo que cuando se refiera a Don Mario Briceño Iragorry es bueno que se quite la boina de fieltro barato, incline la testa, guarde silencio en absoluta señal de respeto y agradezca a Dios, a la Virgen María, a las ánimas benditas y a todos los santos el haber nacido en la misma tierra que fue la patria de Don Mario. Seguramente algún "cagatintas" de esos que pululan por las oficinas gobierneras escribió el fulano decreto. Al redactor fantasma y al gobernador hay que desasnarlos y hablarles sobre este venezolano de "la piedad heroica".

Es imperante quitarle las pulgas a este vergonzoso asunto. Para ello recurro a una carta fechada en Madrid el 13 de septiembre de 1955, de donde extraigo: "& Como pueblo y como intelectuales, carecemos de primer piso. Hemos sido alegremente montados al aire. Jamás símil más perfecto de nuestra realidad de pueblo o de nuestra específica realidad cultural. Nuestro país, en el área de la interioridad, sigue siendo realmente lo que este orden arquitectónico montado al aire. Carecemos de fondo donde hallen resistencia defensiva los grandes valores que constituyen lo humano.

No tenemos primer piso...". El autor de esas líneas impecables es Briceño Iragorry, el hombre de quien Cabezas, cuyo apellido no es más que adorno fofo, denuesta en su decreto. Don Mario fue y es una de las cabezas más pensantes de nuestra patria. Él sí tenía cabeza y "primer piso". smorillobelloso@gmail.comConcejal El Hatillo - UNT


CIRCULOS BOLIVARIANOS DE LA REPUBLICA DOMINICANA


lunes 2 de junio de 2008

La verdadera identidad nacional


Mario Briceño Iragorry (Trujillo, Estado Trujillo, 15 de septiembre de 1897 - †Caracas, 6 de junio de 1958)Según su opinión, la falta de un carácter nacional se debe a la manera como se ha enseñado la historia a los venezolanos: un culto exagerado por la etapa republicana, una historia litúrgica
donde se adora a los próceres de nuestra independencia como a dioses y se condena nuestro pasado español e indígena.
No hace falta hacer escándalo del nombre de este hombre, pues él nunca hizo escándalo de su afán; siempre trabajó con paso seguro sobre la intención de un rescate necesario del pueblo venezolano como tal. Este luchador es Don Mario Briceño-Iragorry.
Para celebrarlo, el pasado 24 de septiembre se comenzó con un discurso inaugural a cargo de Ramón Guillermo Aveledo en el Congreso Nacional y la jornada culminará con la celebración del centenario el venidero año. Nuestra Casa de Estudios no pasará por alto esta celebración y participará con distintas actividades en el homenaje merecido por este ilustre escritor.
Durante su vida intelectual Don Mario Briceño-Iragorry manifestó un profundo interés por el rescate de la identidad nacional venezolana. Ya para el año 51 había diagnosticado el mal que padecemos hoy: una crisis de pueblo, no del pueblo. El exagerado aumento de nuestra costumbre consumista de cultura foránea, en detrimento de nuestros valores nacionales, nos ha alejado de la solución planteada por él. Una solución que busca rescatar del pasado histórico los elementos necesarios para asegurar un piso cultural propio de los venezolanos.
¿Cuál era el verdadero fin de promover el rescate histórico como solución al problema de la identidad y valores nacionales? Don Mario Briceño-Iragorry en su ensayo Mensaje sin Destino hace crecer la semilla que había sembrado en su prolija obra anterior, desde que cambió su rumbo estilístico con El Caballo de Ledezma. Este interés por la verdadera Venezuela histórica, punto de partida de su labor, alcanza su mayor elevación al regresar a Venezuela el Arturo Uslar Pietri después de dictar durante más de cinco años la cátedra de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Columbia. Arturo Uslar Pietri promueve la investigación pública sobre una posible crisis literaria en nuestro país y Briceño-Iragorry cree necesario plantear desde el punto de vista histórico lo que a él le parecía que era algo evidente: el problema no era un problema creador, sino una crisis de pueblo, de identidad nacional.
El autor de Mensaje sin Destino pensaba que el problema de nuestras letras tenía un fondo más crucial. La dificultad surgía de la falta de sentido histórico de nuestro pueblo, de no entender la historia como un sentido de continuidad y admitía la época del petróleo como un arma de doble filo; que traería beneficios a nuestro país pero que a la vez importaba valores ajenos que se configuraban como un peligro futuro para nuestra identidad deficiente. Para su época Venezuela se encontraba en una vehemente copia de cultura importada, traída por el mundo de la explotación petrolera, que mermaba nuestras ansias naturales de progreso.
Briceño-Irragorry confía en que nuestra cultura ha quebrado y la raíz principal de esto es que nos hemos convertido en una nación antihistórica: una nación que no ha logrado asimilar su acaecer histórico y ha dejado atrás voluntariamente toda la historia de la etapa pre-republicana de nuestro país; historia cuya asimilación contribuiría a forjar un verdadero carácter nacional. Según su opinión esto se debe a la manera como se ha enseñado la historia a los venezolanos: un culto exagerado por la etapa republicana, una historia litúrgica Donde se adora a los próceres de nuestra independencia como a dioses y se condena nuestro pasado español e indígena. Esto también suele ocurrir con nuestra historia civil. Nuestros historiadores dedican su investigación a la presentación de una efemérides bélica sin considerar los aportes del pueblo mismo en tiempos de paz.
La ausencia de un examen total de nuestro ayer, que admita nuestro pasado hispánico, ha contribuido sobremanera a la poca asimilación de una Venezuela verdaderamente histórica, muchos prefieren una historia corta de Venezuela que nace en el inicio de nuestra independencia sabiendo que nuestro verdadero pasado se remonta casi cuatro siglos atrás, con la conquista española. Para ello Briceño-Iragorry ilustra con ejemplos como el de Australia cuyo día nacional no es el del nacimiento de la Commonwealth, sino el de la llegada de los primeros inmigrantes ingleses. Esta fue la forma como los australianos arrancaron su historia de las Islas Británicas, ésta fue la forma como asimilaron su historia total en provecho de un progreso que hoy día no es difícil de apreciar. No sólo progreso, sino identidad nacional.
Briceño-Iragorry consideraba necesario reaccionar contra los valores extraños de la misma forma como antes habíamos luchado contra las potencias extranjeras por nuestra independencia. Es necesario también combatir a nuestros explotadores, no sólo en el orden económico, sino en el orden cultural. En referencia a esto Briceño-Iragorry menciona la deformación de nuestra lengua y nuestra comida.
Sin embargo, no atribuye todas estas consecuencias a la cultura formada por el petróleo, sino a todos aquellos venezolanos y extranjeros a los que se le concedió la explotación del mineral. Según él es necesario una inmigración creadora que se asimile al país como lo hizo el español de la provincia, una inmigración que no sea marginada, sino incorporada al desarrollo de la nación.
Su obra literaria tuvo mucha aceptación, tanto que Mensaje sin Destino tuvo que reimprimirse pocos meses después de su primera edición.

Sin embargo, como consecuencia de la represión pública después del golpe de estado del 52 se vio obligado a marcharse al exilio, desde donde trabajó fervientemente, hasta sus últimos días, sobre la temática que tanto le preocupaba. Muestra de ello es que desde su exilio hasta su muerte en el año 58 mantuvo correspondencia con importantes personalidades tanto venezolanas como extranjeras y escribe libros como La Hora Undécima, Introducción y Defensa de Nuestra Historia, Aviso a los Navegantes y La Alegría de la Tierra, entre otros.
Mario Briceño-Iragorry late en sus libros, así como persiste el problema contra el que se quiso enfrentar con un grito apagado por el tiempo, con un verdadero Mensaje sin Destino.

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