jueves, 16 de diciembre de 2010

Un vice-americano en La Habana

Un vice-americano en La Habana

Abel Ibarra

Leonardo Venta, un cubano que se vino a EE.UU. hace treinta años en el Éxodo del Mariel y que trabaja para La Gaceta como corrector de pruebas, acaba de visitar Cuba después de esa larga ausencia que lo obligó a tramitar en Miami todo el escalafón de trabajos pagados a precio de gallina flaca, hasta terminar recalando en Tampa, donde está a punto de terminar su tesis de grado para optar a una Maestría en Literatura en la Universidad del Sur de la Florida.

Aún no le ha puesto título a su trabajo de grado pero, con algunas opciones dentro del universo de la literatura cubana, decidió meterle de nuevo el ojo a la obra de José Lezama Lima, “el viajero inmóvil” y a su obra barroca e hiperbólica de Paradiso, la misma que se trajo escondida en su precario equipaje junto a una foto de su mamá, el día en que los cubanos hicieron un puente de mar entre la isla y Cayo Hueso.

Una aclaratoria: con las excepciones de Pedro Juan Gutiérrez (quien aún vive en ese laberinto de despojos llamado Cuba) con su obra Trilogía sucia de La Habana y de Cristina García, quien escribió Soñar en Cubano para remendar las trazas de su exilio en Estados Unidos (más una que otra obra de escritores dispersos por el mundo donde no entran ni por asomo los bodrios cortesanos de Abel Prieto), lo único importante fue escrito antes de que los barbudos de Sierra Maestra tomaran Cuba por asalto a mano armada.

La lista de autores sería desigual si incluimos en ella a José Martí, José Ángel Bueza, Jorge Mañach, Emilio Ballagas, Virgilio Piñera, Fina García Marruz, Alejo Carpentier, Cabrera Infante y al malogrado Heberto Padilla, entre otros, pero Leonardo tiene más afinidades con Lezama, quizá por lo de viajero inmóvil y por su condición de “apolítico”, a pesar de que a los dos se lo tragó la más atrasada de las formas políticas que ha visto la contemporaneidad, pero que alguna gente suele entender como la promesa de una bolsa de mercado para los pobres, llamada socialismo.

La visita de Leonardo coincidió con la celebración de un Festival Internacional de Ballet bajo la figura emblemática de Alicia Alonso, estrella del Ballet de Cuba, consentida de Fidel, quien ha sido siempre utilizada como detergente lírico para lavarle la cara al régimen.

A su regreso me dio un cidí en el que aparecen registradas las fotos de esa visita relámpago, en las que no está su mamá porque se murió hace algunos años sin que él la viera de nuevo, sólo se observan las paredes escarapeladas del teatro donde se celebró el festival, los asientos faltantes en platea, las imágenes viscosas de un pas de deux de bailarines visitantes, las caras adustas de los funcionarios culturales, las casas desvencijadas como en un pueblo fantasma, las aguas negras calle abajo de la desidia, el mobiliario arcaico del Copelia donde era habitual tomar helados, la tristeza de Leonardo, quien posa junto a familiares que debían ser facsímiles del hombre nuevo, mientras imposta una sonrisa de ocasión.

Terrible, me pareció que las fotos huelen a detritus y aún no entiendo por qué tanta alharaca para que Obama legalice los vuelos de norteamericanos a Cuba.

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