sábado, 25 de julio de 2009

Cuando Sinatra conoció a Gardel

De Hoboken al Abasto o de cuando el Mudo sacó a La Voz del mal camino


Había llegado desde Francia, contratado por la cinematográfica Paramount a fines de realizar una serie de películas para el público hispanoparlante. Entre filmación y filmación Carlitos mataba el tiempo cantando por radio.
A principios de ese año la prensa neoyorkina anuncia que habrá dos nuevos programas en la cadena WEAF-NBC a partir del 14 de enero, los cuales serán un programa semanal con la orquesta de Richard Hommer y la segunda nueva programación incluirá la presentación de Carlos Gardel , barítono argentino (textual), todos los días a las 21 horas. La National Broadcasting Corporation (NBC) era un poco como Radio Belgrano en la Argentina: ni tan populachera como Radio Porteña ni tan finoli y nariz levantada como Radio El Mundo. Decenas de millones de yankis seguían sus programas de costa a costa tratando de olvidar las penurias de la Gran Depresión.
Es entonces que a ver y escuchar el programa de Gardel llega una noche de ese gélido invierno de 1934 un muchacho venido de la barriada de Hoboken en la vecina Nueva Jersey. Se trata de Francesco Albertino Sinatra Agravantes, hijo de genovesa y siciliano que a sus apenas 18 años de edad no ha dejado macana sin hacer: ha sido expulsado la escuela tras innumerables amonestaciones por su carácter provocador.

Sus incursiones laborales: camionero, repartidor de diarios, cadete, etc terminaban siempre en el abandono de todos esos trabajos. Al filo de la ley, es un pibe rápido pa' los mandados, sobre todo los de los mafiosos de cabotaje, lo que le lleva a tener más de una entrada en las comisarías.
En plena juventud, Frank Sinatra anda a los tumbos por la vida.Si esa noche concurre a los estudios de la NBC a escuchar a Gardel, es un poco porque le gusta la música y un mucho porque quien le insiste en ir para alejarlo de las malas compañias, es su novia Nancy Barbato, que también desciende de inmigrantes italianos, nacida en Nueva Jersey.
Sinatra queda embelesado al escuchar a Gardel y cuando termina el programa se atreve a acercarse junto a Nancy para saludarlo. Medio en italiano y medio en castellano se establece el diálogo. Gardel le pregunta a qué se dedica y Sinatra calla, notándosele avergonzado.
Nancy entonces le cuenta a Gardel que su novio está desperdiciando su talento ya que tiene una voz muy hermosa, y en vez de cultivarla anda todo el día con otros muchachones de dudoso vivir. Gardel entonces le pone una mano en el hombro y le dice a Sinatra: -"Mirá ragazzino, cuando yo tenía tu edad, andaba allá en Buenos Aires como vos andás ahora en Nueva York.

Pasaba todo el día en compañía no muy recomendable cerca del mercado de Abasto, con squenunes como los que vos frecuentás. Especialmente con unos malandrinos genoveses, los fratelli Traverso, cuyo padre tenía una fonda llamada O´Rondeman, que era una guarida de la Mano Negra, la Camorra y tutti cuanti. Lógicamente cada dos por tres me portaban en galera. No te voy a decir que ahora soy un santo, pero el cantar no solo me dio fama y fortuna, también me apartó de ese ambiente donde sólo me esperaba pudrirme en la cárcel o morir violentamente".
Sinatra lo escuchaba atentamente y en algún momento se atreve a preguntar: -"Mister Gardel, ¿usted que me aconseja que haga?".
Gardel le contesta: - "Por lo pronto ragazzino, aprovechá que estás aquí en la radio y anotate en un concurso de cantantes que creo que se llama "Major Bowes Amateur Hour". Hacelo ragazzino que con probar nada se pierde".
Sinatra le hizo caso Se presentó a ese concurso acompañando al trío Three Flashes, que para la ocasión se hicieron llamar Hoboken Four (todos vivían en ese barrio de Nueva Jersey) y ganaron el primer premio, lo que les llevó a una gira patrocinada por el programa.
No obstante, por desavenencias con el resto de sus compañeros, a los tres meses Sinatra abandonó la gira. Pero ya la simiente de su fulgurante carrera artística estaba plantada gracias al oportuno consejo que le diera ese barítono argentino en los pasillos de la NBC
Muchos años después de estos episodios, el consagradísimo en todo el orbe Frank Sinatra llegó en agosto de 1981 por primera y única vez a la Argentina y debutó en el Luna Park de Buenos Aires ante 20.000 personas en un concierto que interpretó sus más famosas canciones. Se sintió muy identificado con nuestra gente. Afirmó que apreciaba a los argentinos. Le gustaba el asado y el vino -de hecho, lo calificó de excelente-.
Según La Voz, el espectáculo que dio en el Luna Park fue uno de los mejores shows que había hecho desde hacía mucho tiempo. Cuando subió al escenario, comentó: -"Se me puso la piel de gallina". ¿Por qué tanta generosidad con este país al que recién llegaba y no estaría más que unas cuantas horas? Muy pocos supimos que el día anterior, convenientemente camuflado para tratar de pasar de incógnito se hizo llevar hasta la zona del Abasto.


Había pedido previamente al agregado cultural de la Embajada de EE.UU. que lo acompañaba, que tratara de ubicar dónde había estado el café O´Rondeman. Este lo condujo a la esquina de Agüero y Humahuaca, donde un terreno baldío dejaba ver entre yuyales viejos cimientos.

En la fría tarde porteña, Sinatra sacó de su sobretodo una amarillenta entrada de un espectáculo radial de 1934, la besó, la puso en tierra y para asombro de todos chapurreó en un castellano casi fonético : -"¿Dónde estarán Traverso, el Cordobés y el Noy, el pardo Augusto, Flores y el morocho Aldao… los guapos del Abasto rimaron mi cantar".
Y en voz fuerte para que todos lo oyeran La Voz agregó: -"thanks for helping me to live, Mister Gardel" -Gracias por ayudarme a vivir, Sr Gardel!

¿Adios al Museo de Bellas Artes?


" Estimados amigos,Me permito molestarles con un mensaje por una buena causa.

El Museo de Bellas Artes de Caracas, creado el 24 de Julio de 1918, cumplirá 92 años este viernes. Pocos saben que será su cumpleaños, pero pocos saben además que el MBA, como el resto de nuestros museos, enfrenta hoy una situación lamentable y triste: no tiene autonomía, no puede decidir qué exhibir, no tiene personal y por ello muchas de sus salas permanecen cerradas y sus tradicionalestalleres vacionales no serán dictados este año, su sede (dos edificiosdiseño de Carlos Raúl Villanueva, 1938 y 1976) está muy deteriorada y al gobierno no le interesa su reparación ni su mantenimiento, hay goteras en sus salas y las obras que se exhiben corren riesgos de daños irreparables, sus depositos no han sido fumigados en más de 4 años y las más de 5000 obras que resguardan sufren mucho.

Sé que Uds. son personas sensibles, con la suficiente preparación académica como para comprender la gravedad de la situación ya descrita.

Por ello, como regalo de cumpleaños al mayor de nuestros museos, difundamos esta información por el medio que deseen (FB, Twitter, correos, etc.).Les doy las gracias en nombre de los trabajadores del MBA, quienes, ensilencio, procurar preservar el patrimonio cultural que nos servirá decombustible para recuperar el país.María Magdalena Ziegler "

jueves, 16 de julio de 2009

En el centenario de José Luis Aranguren:Etica y Política



Al revés que la mayoría de los intelectuales, el célebre profesor fue haciéndose más inconformista y progresista conforme avanzaba en edad. Terminó siendo un referente de la izquierda, muy crítico con sus renuncias
POR ANTONIO GARCÍA SANTESMASES 16/07/2009

Se conmemoran 100 años del nacimiento de José Luis Aranguren y con tal motivo se han comenzado a producir distintos eventos para recordar a uno de los intelectuales más significativos de la España del siglo XX. Entre los actos en marcha sobresale la exposición sobre su vida y su obra, organizada por el Instituto de Filosofía del CSIC, con el apoyo de la Sociedad de Conmemoraciones Culturales, que se puede visitar en la Residencia de Estudiantes de Madrid. En la exposición, y en el catálogo que acompaña la muestra, se pueden ver los distintos momentos de la vida de Aranguren: desde sus inicios como intelectual católico hasta su final como figura emblemática de la transición política española, pasando por su época como catedrático de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense hasta su estancia en Estados Unidos una vez expulsado de la misma.
Nunca dejó de ser un cristiano heterodoxo, ni de reivindicar las causas de Mayo del 68
Se negaba a aceptar que las cosas son como son y que por tanto hay que rendirse al más fuerte
Al repasar las salas de la exposición y al estudiar las colaboraciones del catálogo he vuelto a llegar a la conclusión de que existen varios Aranguren.
Tenemos, en primer lugar, al Aranguren que conecta con su generación y que observamos en las fotos con Laín, con Marías, con Cela, con Dionisio Ridruejo. En segundo lugar, aparece el Aranguren catedrático de Ética que es recordado en el catálogo por las colaboraciones de Javier Muguerza, de Pedro Cerezo y de Adela Cortina.
Podemos contemplar también, en tercer lugar, al Aranguren religioso del que se ocupa Manuel Fraijó; figura, en cuarto lugar, un Aranguren político sobre el que versan las colaboraciones de Ignacio Sotelo, de Elías Díaz y de Reyes Mate, y aparece finalmente el último Aranguren, del que me he ocupado en otras ocasiones, al recopilar sus artículos políticos en la obra La izquierda, el poder y otros ensayos. Es sobre este Aranguren sobre el que me gustaría reflexionar en este momento.
Tenemos siempre la tentación de pensar que aquello que hemos vivido en un lugar y en un momento determinado es lo que marca para siempre una institución, como si el tiempo se detuviera con nuestra marcha, como si al volver a la vieja casa ella siguiera guardando el recuerdo de nuestro paso por la misma como el momento esencial de su historia. Algo de esto ha ocurrido con Aranguren.
Fue tal el impacto que causó en los años cincuenta y sesenta en sus discípulos que muchos de ellos siguen fijando la mirada en el Aranguren de aquellos años. Se remontan siempre a sus libros de entonces, que han sido por lo demás los más reeditados, como es el caso de su Ética y de Ética y Política.
No cabe duda que estas obras marcan una inflexión en su obra: del Aranguren intelectual católico al profesor de Ética que está atento a las demandas de sus alumnos y es capaz de introducirles en el mundo de la ética anglosajona, de la teoría sociológica, de la crítica literaria o del estructuralismo. Es ese Aranguren que Elías Díaz ha sabido recordar con maestría en un libro reciente: De la Institución a la Constitución.
Para mi generación, sin embargo, el Aranguren que comenzamos a leer ya estaba en otra cosa. Es el Aranguren de obras como Marxismo como moral, La crisis del catolicismo y Entre España y América. Es el Aranguren que sabe conectar con las reivindicaciones de los estudiantes norteamericanos y sabe vislumbrar una nueva forma de entender las relaciones entre la política, la cultura y la religión. Es éste el Aranguren que me parece más interesante y que creo tendrá más repercusión en el futuro.
Es sabido que son muchas las personas que conforme avanzan en edad van dejando atrás los sueños juveniles y van aceptando con resignación los límites de lo existente. Aranguren rompe la regla. Conservador en su juventud, proveniente del bando de los vencedores en la guerra civil, espectador cuasi-silente del drama que desgarra la historia de España, refugiado en la intimidad religiosa y familiar, es a la vejez uno de los referentes más apreciados de la izquierda intelectual de los años ochenta.
En medio está naturalmente su experiencia en la Universidad, su expulsión por la dictadura, su vivencia norteamericana y la forma de afrontar los años de la transición política española y la llegada de los socialistas al Gobierno. Es aquí donde está la novedad de su aportación frente a los compañeros de generación y a muchos de sus discípulos.
A lo largo de la transición fue imponiéndose una cultura política basada en la necesidad del consenso, del acuerdo, del entendimiento entre las grandes fuerzas políticas. Había que evitar la confrontación, la polarización, la politización de los años treinta. Ese esfuerzo de entendimiento y de reconciliación hizo que muchas, demasiadas cosas, se echaran al olvido. En el socialismo español se impuso la tesis de que había que enterrar la acumulación ideológica de la clandestinidad, abandonar veleidades izquierdistas, jugar el papel de la derecha democrática y asumir la función de la burguesía liberal.
El abandono de la acumulación ideológica de la clandestinidad se tradujo en una política de la izquierda mayoritaria que fue enterrando las energías ético-utópicas de la generación del 68: la posibilidad de un mundo sin bloques militares, la necesidad de acabar con la carrera de armamentos, la apuesta por detener un crecimiento económico insostenible, la conveniencia de distinguir entre progreso técnico y progreso moral, la lucha por transformar la vida cotidiana.
Estas políticas fueron abandonadas por las fuerzas políticas mayoritarias.
La derecha, porque nunca las compartió y consideró que la herencia del 68 debía ser combatida sin contemplaciones. La izquierda de gobierno, porque optó por un discurso economicista, por una adoración acrítica de la modernización sin valores y por ser un sostén de la política norteamericana de la época de Reagan y Bush. Pensemos en la primera guerra del Golfo que tanto impresionó a Aranguren.
Eran muchos los intelectuales que apoyaban estas tesis; eran muchos los que pensaban, y siguen pensando, que hay que saber distinguir entre la cabeza y el corazón y que por tanto era y es imprescindible saber atenerse a la realidad y olvidarse de los sueños quiméricos: las cosas son como son y lo que procede es hacer de la necesidad fáctica virtud ética y doblegarse ante el más fuerte.
Aranguren no. Preso de una nostalgia incurable por los años sesenta -cuando parecía que todo era posible- no estaba dispuesto a sucumbir al realismo disutópico de los años ochenta. Seguía, por ello, frente a políticos despreocupados de los valores, y a éticos sin ningún interés por las mediaciones, manteniendo la tensión entre ética y política.
Frente a una política basada en transformar los partidos en grandes máquinas electorales, reducir la democracia a una selección de líderes y la gobernabilidad a una sumisión a los dictados del pensamiento único, Aranguren seguía manteniendo una resistencia moral admirable ante lo establecido y seguía abierto a la esperanza en una sociedad alternativa.
Esperanza alimentada por una religiosidad profunda que le acompañó hasta el final. Un grupo de creyentes y agnósticos le veíamos, año tras año, presidiendo, en compañía de José Gómez Caffarena, el Foro sobre el Hecho Religioso organizado por el Instituto Fe y Secularidad.
Su curiosidad era inagotable. De la misma forma que huía del intelectual orgánico se había ido alejando paulatinamente del intelectual católico, pero reivindicaba siempre su condición de cristiano, de cristiano heterodoxo.
No confundió nunca lo eclesiástico con lo eclesial, ni lo católico con lo cristiano. Al ser partidario de este cristianismo heterodoxo y de una izquierda utópica creo que representa muy bien el otro siglo XX: el que se siente herido ante la prepotencia de los vencedores de la guerra fría, ante los Reagan, Thatcher y Wojtyla, y se siente a la par frustrado, perplejo e impotente, porque sigue esperando una respuesta distinta de la izquierda.

Una respuesta más imaginativa, más audaz, más decidida, una respuesta que Aranguren no llegó a encontrar en su tiempo, por lo que mantuvo hasta el final, como él mismo decía, una discreta pero firme disidencia.
Antonio García Santesmases es catedrático de Filosofía Política de la UNED y editor de la obra de José Luis Aranguren La izquierda, el poder y otros ensayos.